Lo que empezó como un viaje de cumpleaños terminó en una ruta de escape internacional. Sayuri Díaz e Ingrid Infante, junto a dos familiares más, quedaron varadas en Jordania en medio del conflicto entre Irán e Israel.
Lo que debía ser una celebración inolvidable por el cumpleaños número 35 de Sayuri Díaz, se transformó en una travesía marcada por el miedo, la incertidumbre y la resiliencia. Junto a su prima Ingrid Díaz Infante y otras dos mujeres de su familia, emprendieron un viaje desde San Luis Potosí con destino a Egipto y Jordania, con el sueño de conocer Petra.
“Salimos a Egipto y de ahí subimos a Jordania para conocer Petra y sus alrededores”, relata Ingrid. La experiencia, sin embargo, tomó un giro inesperado cuando, justo al finalizar el tour en Petra, les llegó un correo: su vuelo de regreso a México, programado para el 14 de junio, había sido cancelado.
La causa: el recrudecimiento del conflicto bélico entre Irán e Israel.
Alarmas nocturnas y vuelos cancelados
Desconectadas del mundo por el ritmo del viaje, no estaban al tanto de la creciente tensión en Medio Oriente. “Fue el chofer del tour quien nos dijo: ‘ha de ser por la guerra’. Y nosotras: ¿cuál guerra?”, cuenta Ingrid.
La situación escaló rápidamente. Vuelos cancelados una y otra vez, filas eternas en aeropuertos, noches largas escuchando alarmas de misiles que cruzaban el cielo jordano. “La gente allá vivía como si nada, las tiendas estaban abiertas. Pero a nosotras nos sonaban alarmas en la noche, y ya el último día también en la tarde”, recuerda.
Aunque nunca hubo desabasto ni pánico generalizado, el miedo sí se apoderó del grupo. “Preguntamos si había algún búnker y la embajada nos dijo que no, que nos mantuviéramos bajo techo. Pero la alarma sonaba… y una piensa cualquier cosa”.
La ruta de escape: tierra, mar y aire
Tras varios intentos fallidos por salir en avión, fue el consulado mexicano quien sugirió una ruta alterna: cruzar por tierra hacia Egipto. Aunque al principio dudaron por temor a acercarse al conflicto, una agencia local recomendada por la embajada les dio el apoyo necesario para emprender el trayecto.
Durante cinco días atravesaron Jordania, el Mar Rojo y finalmente El Cairo, en una combinación de traslados por carretera, ferry y avión. Tras una espera de tres días en Egipto, pudieron abordar un vuelo hacia Estambul, y finalmente otro a México.
“En cada traslado que sí salía, estábamos felices. Pero cuando nos lo volvían a cancelar, era volver a caer. Otra vez mover todo. Otra vez pensar si sí lo íbamos a lograr”, recuerda Ingrid.
Un regreso que se sintió como gloria
Finalmente, la madrugada del 24 de junio, las cuatro potosinas pisaron suelo mexicano. No hubo protocolo ni recepción oficial, pero el alivio fue inmenso. “Literal, casi besamos el suelo. Sentimos que habíamos llegado a la gloria. México tendrá muchas cosas, pero estamos relativamente seguros”.
Aún con la voz temblorosa por la experiencia, Ingrid resume el sentir de todas: “Fue una experiencia para contar el resto de nuestras vidas”.
¿Otro viaje? “No, por ahora no. Estamos tranquilas. Disfrutando que ya llegamos”.