El reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a favor del exalcalde Xavier Nava Palacios, quien obtuvo un amparo por la violación a sus derechos durante el juicio político que lo inhabilitó por 18 años, ha reactivado el debate político en San Luis Potosí. Pero más allá de las repercusiones legales, ha dejado en evidencia un viraje en el discurso del actual presidente municipal, Enrique Galindo Ceballos.
Este lunes, al ser cuestionado por la resolución de la SCJN, Galindo adoptó un tono inusualmente conciliador, e incluso celebratorio. “¡Ah, pues qué bueno! Bienvenido a la política, ¿verdad? Me da mucho gusto… la defensa de los derechos políticos de las personas. Yo creo que esa es la gran señal… Bienvenido a la política”, declaró el alcalde capitalino, en una intervención que pareció no solo reconocer la legitimidad del fallo, sino también extender un gesto de apertura hacia su antecesor.
La postura actual contrasta con la que mantuvo en diciembre de 2021, durante su primer año de gestión, cuando el Congreso del Estado —con el respaldo unánime de todas las fuerzas políticas— inhabilitó a Nava Palacios por presuntas irregularidades durante su administración municipal. En aquel entonces, Galindo no ocultó su satisfacción ante el veredicto y lanzó declaraciones que hoy suenan en abierto contraste.
“Xavier Nava está completamente derrotado”, afirmó en ese momento. Y añadió: “yo le recomendaría al exedil que se quede calladito, que le ayuda más quedarse calladito… Si el Congreso no hubiera votado por unanimidad, a lo mejor tendría algo de razón, pero todas las fuerzas políticas votaron por la inhabilitación”.
A diferencia del tono institucional que hoy promueve la defensa de los derechos políticos, hace cuatro años Galindo respaldó sin titubeos el proceso legislativo en contra de Nava, e incluso insinuó que existían denuncias penales en curso que podrían agravarse.
Con el nuevo fallo de la Corte, el escenario político se reconfigura. Nava Palacios podría retomar aspiraciones en el corto o mediano plazo, y su presencia representa un factor incómodo tanto para el oficialismo como para las fuerzas opositoras. Frente a ese contexto, el giro discursivo de Galindo parece apuntar a una estrategia de contención: reconocer al rival para no exacerbar tensiones en un entorno electoral que ya se perfila competitivo.
Sin embargo, la pregunta permanece: ¿se trata de una genuina convicción democrática o de un cálculo político ante un adversario que vuelve a escena con la validación de la Suprema Corte?