Los emprendedores suelen realizar grandes apuestas que dan espectaculares frutos. Elon Musk aplica ahora esa filosofía a unas elecciones presidenciales, vinculando su reputación y quizá su futuro a la victoria del ex Mandatario estadounidense Donald Trump.
Jeff Bezos, campeón de la era de Internet hasta la llegada de Musk, parecía evitar los titulares y el riesgo. Pero la semana pasada llegó a las noticias.
Entre sus muchas propiedades está el diario The Washington Post, que compró en 2013. El consejo editorial del periódico se preparaba para recomendar a la candidata demócrata a la Presidencia, Kamala Harris, cuando Bezos canceló el apoyo de último momento.
Se suponía que iba a ser el anuncio de algo que no iba a suceder. En lugar de eso, el mejor vendedor de la época, cuya obsesión por los clientes ha convertido a Amazon en un coloso del comercio minorista, recibió el mayor rechazo de clientes de su vida.
Un cuarto de millón de lectores del Post cancelaron sus suscripciones,alrededor del 10 por ciento de su tirada total. La velocidad y la fuerza decisiva de las cancelaciones fue sorpresiva, pero también extrañamente apropiada, dijo Danny Caine, autor del libro «Cómo resistir a Amazon y por qué».
«Amazon inventó toda la noción de la cultura de un solo clic, en la que pulsas un botón y hay un montón de papel higiénico en tu entrada. No puedes deshacerte de un Tesla en tu entrada con un solo clic. Pero puedes con el periódico que posee Jeff Bezos», comentó.
Quienes cancelaron dijeron que sentían que el líder de Amazon trataba de congraciarse con Trump, una acusación que él negó. El furor superó inmediatamente cualquier daño provocado por Musk desde que apoyó al candidato presidencial republicano en julio y se convirtió en su fan más visible.
Dos de los hombres más ricos del mundo se enfrentan a oportunidades inusuales y peligros invisibles en la batalla política más reñida, caótica y con mayores apuestas de los tiempos modernos.
Todo el mundo se juega algo en estas elecciones, pero los más acaudalados tienen tanto en juego que quizá también intentan, inevitablemente, darle forma al resultado.
Siempre ha habido dinero en la política, y ricos que buscaban su recompensa en Washington. El primer Gabinete del ex Presidente Dwight Eisenhower era conocido como «ocho millonarios y un fontanero».
Pero hasta hace poco, se consideraba un mal negocio que figuras públicas de éxito declararan sus preferencias con demasiada estridencia y plantearan demasiadas exigencias.
Michael Jordan estableció la norma para muchos famosos en 1990. A la superestrella del basquetbol, quien estudió en la universidad de Carolina del Norte, le preguntaron si apoyaría a Harvey Gantt, un candidato negro que pretendía destronar a Jesse Helms, un senador republicano local opositor a los derechos civiles.
«Los republicanos también compran tenis», dijo Jordan, y Helms venció por poco a Gantt en esos comicios.
Muchos multimillonarios son ahora activistas. Una de las razones es que cada vez son más -según una estimación, en Estados Unidos han crecido 38 por ciento desde que Trump asumió el cargo en 2016- y tienen más dinero.
Larry Ellison, fundador de Oracle y el segundo hombre más rico del mundo por detrás de Musk, apoyó el año pasado las aspiraciones presidenciales del senador republicano por Carolina del Sur Tim Scott. Ellison gastó al menos 30 millones de dólares, pero no pudo convertir a Scott en un candidato viable.
Él se mantuvo en silencio, pero Musk es cualquier cosa menos discreto y se ha convertido en un sustituto a gran escala para Trump, así como uno de sus mayores donantes.
«Vamos a sacar al Gobierno de sus espaldas y de sus bolsillos», dijo en su intervención en el mitin racista del domingo en el Madison Square Garden.
Musk, sin embargo, también está vinculado al Gobierno estadounidense por la financiación. La NASA anunció en junio que SpaceX obtuvo un contrato de 843 millones de dólares para «retirar de órbita» la estación espacial cuando esté lista para su jubilación en unos años.
SpaceX tiene contratos para lanzar satélites militares y espías. También recibió acuerdos en 2021 y 2022 por un valor total de 4 mil millones de dólares para llevar humanos a la Luna.
Bezos también tiene pendientes con Washington. En particular, el Departamento de Justicia estadounidense llevó a Amazon a los tribunales, acusándolo de violaciones antimonopolio.
Cuando Trump era gobernante, su presidente ejecutivo fue objeto de sus críticas. Amazon pujó por un contrato de 10 mil millones de dólares de computación en la nube que el Pentágono adjudicó a Microsoft. Bezos presentó una demanda, alegando que Trump había socavado su oferta. El contrato fue cancelado.
La propiedad más vulnerable del multimillonario en una nueva administración republicana es quizá la que más le importa: su empresa espacial Blue Origin, que competirá con SpaceX para prestar servicios de lanzamiento de cohetes de seguridad nacional durante los próximos cinco años.
El viernes, cuando el Post anunció que no apoyaría a ningún candidato presidencial, el director ejecutivo de Blue Origin, Dave Limp, mantuvo una breve reunión con Trump en Texas.
Bezos no respondió a una solicitud de comentarios, pero dijo en un artículo el lunes que sabía que esto «proporcionaría munición a aquellos que quisieran enmarcar esto como algo distinto a una decisión de principios», y aseguró que lo ocurrido fue una coincidencia.
Para Gordon Johnson II, analista de valores neoyorquino y acérrimo escéptico de Tesla, todos actúan racionalmente.
«El mejor escenario para Musk si gana Trump es que él le diga: ‘Olvídate de los casos abiertos que el Gobierno federal tiene contra ti’. El riesgo si gana Kamala es que continúen las investigaciones», comentó.
En cuanto a Bezos, también consideró que hace lo más sensato.
«Si quieres proteger tus intereses empresariales, la cobardía es algo racional. Nunca habíamos tenido un Presidente que amenace como Trump», advirtió Johnson.