El Museo del Louvre sufrió este domingo su mayor robo en un siglo: un comando de cuatro asaltantes accedió por la fachada del Sena con una escalera mecanizada, irrumpió por un balcón en la Galería de Apolo y, en apenas siete minutos, rompió vitrinas con radiales, amenazó a los agentes presentes y huyó en dos motos de gran cilindrada. Se llevaron nueve piezas históricas; solo se recuperó una corona de Eugenia de Montijo que los ladrones perdieron en la fuga, por lo que ocho joyas siguen desaparecidas.
Autoridades francesas —el ministro del Interior, Laurent Nuñez, y la titular de Cultura, Rachida Dati— calificaron el golpe de obra de ladrones profesionales que hicieron reconocimiento previo. La fiscal de París, Laure Beccuau, abrió investigación por robo en banda organizada y señaló que las alarmas se activaron, aunque “no se escucharon” o no sonaron en la sala.
El botín proviene de las joyas de la Corona expuestas en la Galería de Apolo: una diadema, collares de zafiros y esmeraldas, dos pares de pendientes y broches pertenecientes a María Amelia (esposa de Luis Felipe I), Hortensia de Beauharnais (madre de Napoleón II) y piezas del Primer y Segundo Imperio. Su valor patrimonial es incalculable.
El Louvre, inaugurado en 1793 y con 8,9 millones de visitantes en 2024, es el museo más grande del mundo y uno de los más protegidos. Aun así, ya ha padecido robos célebres, como el de La Gioconda en 1911 por Vincenzo Peruggia (recuperada dos años después).
El atraco llega tras una racha de incursiones en museos franceses: el Museo Jacques Chirac (Corrèze), el Museo Nacional de Historia Natural (París) y el Museo Adrien Dubouché (Limoges) también reportaron robos recientes de alto perfil. La presidenta del Louvre, Laurence des Cars, advirtió: “Nuestros museos ya no son santuarios”.
La policía mantiene un dispositivo de búsqueda de los autores y de las ocho joyas faltantes, mientras el museo revisa protocolos y blindajes de su seguridad en salas de alto valor histórico.






