Israel lanzó nueve horas de bombardeos por tierra y aire después de una emboscada desde un túnel que dejó dos soldados muertos. Al menos 28 palestinos fallecieron y se disparó el temor por la continuidad del alto el fuego. En el Parlamento, Benjamín Netanyahu informó del lanzamiento de 153 toneladas de explosivos y advirtió que “el precio será muy alto por cada agresión”.
Reafirma Estados Unidos la vigencia del acuerdo: Donald Trump dio credibilidad a la versión de que la emboscada no fue ordenada por Hamás y envió a sus emisarios Steve Witkoff y Jared Kushner a reunirse con Netanyahu. Además, ordenó desbloquear el ingreso de ayuda humanitaria desde Egipto; este martes se prevé la llegada del vicepresidente J. D. Vance.
Presiona el ala dura del gobierno israelí para retomar la guerra total. Ministros como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich exigieron reanudar los combates “con toda la fuerza” y “destruir completamente” a Hamás. Sobre el terreno, el ejército admite que incidentes como el del domingo pueden repetirse mientras demuele infraestructura y combate a milicianos ocultos en túneles.
Agrava la crisis humanitaria y de seguridad: numerosos civiles han muerto al cruzar la “línea amarilla” del repliegue israelí, no señalizada en el terreno; Defensa anunció que colocará barreras. Israel mantiene cerrado el cruce de Rafah para personas como presión por la devolución de cuerpos de rehenes (Hamás ha entregado 12 y un decimotercer cuerpo a la Cruz Roja) y limita la ayuda por debajo de los 600 camiones diarios pactados.
Divide a la opinión pública israelí el futuro del alto el fuego. Una encuesta de Maariv reflejó que 45% apoya reanudar los combates para eliminar a Hamás, 23% prefiere bombardeos puntuales y 26% dejar la gestión a los mediadores. Mientras tanto, Gaza vela a sus muertos y teme una vuelta al estado previo al acuerdo.






