domingo, diciembre 22, 2024
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Llegan sicarios a fiesta de XV años en Chiapas

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Lizeth conoció a los 15 años el verdadero rostro del pueblo de su madre, en Chiapas; cuando sicarios irrumpieron en su fiesta de cumpleaños.

Lizeth tiene 16 años, es ciudadana estadounidense, pero fue deportada por la Border Patrol, junto con su madre, Lupita, quien es mexicana, originaria de Chiapas.

Lizeth nació en 2008, en California, donde estudió la escuela básica hasta los 12 años, cuando su madre decidió regresar a su pueblo en Chiapas, porque su abuela estaba enferma y quería verla antes de morir.

Madre e hija se trasladaron desde California hasta Chiapas, dejando atrás amigos, escuela y todo el poco patrimonio que pudieron hacer en Estados Unidos, no se imaginaron que de regreso a su tierra natal iban a encontrar un infierno. Las identidades de ambas se guardan porque corren peligro ante la violencia que hay en Chiapas.

“Yo estudiaba en California, en un pueblo chiquitito, estudiaba, mi mamá trabajaba, pero estaba muy bien”, comenta la niña, quien habla perfectamente el inglés, aunque no habla muy bien el español. 

En la frontera les llaman “pochos” a los mexicanos que se olvidan del español y lo hablan a medias, con palabras incompletas o con una mezcla de ambos idiomas. Lizeth, pasó así los últimos 4 años en la zona tzotzil de la selva chiapaneca, a casi dos horas de la frontera con Guatemala.

Lizeth (de espaldas en la fotografía) hoy come en un albergue con otras infancias migrantes, en Nogales | Créditos: Sergio García, corresponsal La Silla Rota

En la escuela primaria  fue víctima del bullying por una madre de familia, que la denigraba “porque pensaba que no sabía español”, según comentó la adolescente, en un principio todo esto eran ofensas verbales menores. Todo empeoró justo cuando cumplió 15 años, pues en plena fiesta de cumpleaños, un comando de sicarios, armados con drones, bombas, y los llamados vehículos “monstruos” (carros blindados de manera artesanal) le mostraron a la niña el verdadero rostro de Chiapas y a un México sangriento, que no conocía, y por el cual vive asustada.

“En Chiapas nos tablean, nos golpean y matan si algo no les agrada a los sicarios… siempre estamos en peligro… incluso no puedes salir del pueblo sin permiso; nos han robado todo”, comentó Lupita.

La huida y el regreso a Estados Unidos 

Lizeth llegó hasta Tijuana el pasado mayo, en autobús donde se contactaron con un pollero, quien los cruzó a Estados Unidos de una manera relativamente sencilla. La llevaron de regreso al Desierto de Altar, Sonora, en autobús, y desde ahí a una casa de seguridad en el mismo pueblo, donde tuvieron una alimentación precaria. 

Luego de unos días los subieron en grupos a unas camionetas tipo van, para comenzar la ruta definitiva, hasta la frontera. Por caminos anchos de terracería, rodeados de cactus, palofierros (árboles originarios de México) y mezquites, el auto con cerca de 20 personas avanzó hasta un rancho llamado El Bajío, bajo un intenso sol, que llega a los 45 grados, porque todavía no es verano. 

En Nogales, diversas infancias conviven en los albergues que les dan un techo seguro | Créditos: Sergio García, Corresponsal La Silla Rota

El Bajío es un punto fronterizo en medio del desierto, desde donde te acercan a la frontera, ya sin muro metálico. Por esta travesía pagaron 20,000 pesos al “pollero” o “coyote”, más otros 15,000 pesos de viaje desde Chiapas. 

Madre e hija iniciaron una breve marcha por el monte, arenoso, rodeados de víboras, alimañas, sin sombra, sin oportunidad de perderse… hasta dar con un campamento de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos. 

En su ignorancia de las leyes, madre e hija, se entregaron a las autoridades, pensando en que serían tratadas con amabilidad, ya que solicitaron asilo, la niña es nacida en California, Estados Unidos… Pero nada les valió. 

“Nos llevaron a Tucson y nos encerraron, luego nos hicieron firmar en una tablet, una firma eléctrica, y nos dijeron que ya no podíamos regresar en 5 años”… comenta triste la madre de Lizeth. 

Sin oportunidad de aclarar la situación legal de la niña, sin permitirles consultar un abogado, ambas mujeres fueron regresadas a México donde ahora enfrentan el futuro incierto, de regresar a la violencia de Chiapas, o seguir intentando desde Nogales, Sonora, arreglar su situación legal en Estados Unidos.  

Madre e hija permanecen desde el 6 de junio en un Albergue de San Juan Bosco, de Nogales, Sonora a la espera de solucionar sus problemas o recibir apoyo para regresar al Sureste. 

“Yo pensé que sería fácil, porque mi hija es de Estados Unidos, pero no nos hicieron caso”, comentó Lupita, con voz cansada y muy triste.

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