La serie de HBO Max reconstruye medio siglo de encubrimiento y poder en torno al fundador de los Legionarios de Cristo, acusado de abusar de al menos 60 menores.
La docuserie Marcial Maciel: el lobo de Dios (HBO Max) vuelve sobre uno de los capítulos más oscuros de la Iglesia católica: el historial de abusos del sacerdote mexicano Marcial Maciel —fundador de los Legionarios de Cristo y Regnum Christi— y el encubrimiento que lo protegió durante décadas. Maciel murió el 30 de enero de 2008 en Jacksonville, Florida, sin haber enfrentado a la justicia, pese a los señalamientos de al menos 60 víctimas menores de edad.
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Con tres de cuatro episodios ya disponibles, la serie ofrece por primera vez un relato televisivo integral del caso. El periodista Emiliano Ruiz Parra, colaborador del proyecto, subraya que “se tardó mucho” en contarlo completo, pues atraviesa papados, políticos y empresarios. La producción también recupera el momento en que seis víctimashablaron en televisión por CNI–Canal 40 (1997), decisión que costó a la emisora boicots publicitarios.
El productor Sebastián Gamba explica que el reto fue “construir la complejidad del monstruo”: del “mon père”que controlaba centros de formación, al padre de familia con vida secreta, pasando por el seductor de élites y recaudador incansable. La serie perfila cómo, bajo su mando, los Legionarios llegaron a manejar presupuestos millonarios y a cultivar influencias que hicieron al líder intocable durante años.
Periodistas como Carmen Aristegui y Jason Berry aportan piezas clave para entender la maquinaria de poder y encubrimiento. Berry recuerda que, en el siglo XX, Maciel fue “el mayor criminal de la Iglesia” y a la vez su principal recaudador. Más allá del fundador, el documental apunta a un patrón sistemático: la propia Legión ha reconocido decenas de abusadores en sus filas, evidencia de mecanismos que permitieron que otros también cometieran delitos.
A 28 años de que se destapara el caso, la serie insiste en no olvidar: frente al silencio y la desmemoria de correligionarios, las voces de las víctimas y el periodismo sostienen un relato que el poder intentó borrar.