Los Centros de Integración Juvenil pasaron de atender a 25 menores de edad por consumo problemático de cristal en 2013 a más de mil en 2023. Y los tratamientos en clínicas privadas se triplicaron en la última década.
A sus 16 años, David ya ha probado de todo: mariguana, cocaína, LSD, hongos… Empezó a los 12, cuando en su trabajo le ofrecieron su primer ‘churro’ de mota. Pasaron apenas dos meses cuando sintió que la mariguana ya no le bastaba y buscó otra droga mucho más potente que lo terminó enganchando hasta hoy: el cristal.
“Dejé la mota, y el cristal no”, narra este adolescente de tez clara y complexión delgada que en los momentos más críticos de su adicción llegó a pesar 35 kilos. “Ya estaba bien calaca”, recuerda con humor mientras frota sus manos con insistencia tratando de controlar la ansiedad.
“El cristal yo lo busqué con un compa. ‘¿Qué tienes más fuerte?’, me dijo: ‘tengo cristal, cabrón’. Le digo: ‘a ver, pasa’. Y ya, me vendió 100. De ahí me lo fumé y lo inhalé, y me gustó. Al otro día fui por 200. Y al otro día fui por más, y fui por más y por más, todos los días, ya era de diario… Ya no tenía dinero, a veces ni comía por tanto consumo”.
David –quien pidió cambiar su nombre para proteger su identidad– está por cumplir un mes en la Unidad de Hospitalización Iztapalapa de Centros de Integración Juvenil (CIJ), la única clínica gubernamental en el país –hay otras privadas– destinada al internamiento de hombres y mujeres de 12 a 17 años con problemas de consumo de sustancias psicoactivas.
Su directora, la doctora Mónica Ester Muñoz, explica que la adicción de David al cristal no es un caso raro o excepcional, sino que se ha convertido en la constante de los adolescentes que solicitan atención en esta unidad.
“Puedo decir que por lo menos 90 por ciento de los chicos y chicas que en estos momentos están internados o están en tratamiento residencial, se encuentran con este consumo (de cristal), ya sea como droga de impacto (la que los lleva a solicitar tratamiento) o alguna de las drogas que han utilizado durante el último año”, dice Muñoz.
El cristal es una de las presentaciones en que se vende la metanfetamina, una de las drogas estimulantes de origen sintético más potentes que se conocen. Se llama así porque viene en forma de fragmentos blancos brillosos de sabor amargo que se calientan para fumar sus vapores, aunque igual se puede inhalar o inyectar. Quien haya visto la serie estadunidense Breaking Bad sabe de qué estamos hablando.
También hay metanfetamina en polvo o en tabletas, pero es el cristal lo que ha impulsado la demanda de tratamiento en México durante los últimos años, afirma José Ángel Prado, director Operativo y de Patronatos de CIJ.