jueves, noviembre 21, 2024
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De la biblioteca a la pluma: La apasionante trayectoria de una escritora potosina 

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  •  Una trayectoria de perseverancia en el mundo literario, impulsada por el deseo de compartir su voz

En entrevista para «Ingrata Noticia», Blanca Elizabeth Meléndez Ortiz, escritora potosina cuya carrera se ha forjado entre las letras, la promoción de la lectura y la docencia, nos platica sobre su trayectoria, que ha estado marcada por su pasión por los libros. Blanca se describe a sí misma más como lectora que como escritora. Para ella, la lectura se vincula con todo lo que hace, desde su profesión como bibliotecóloga hasta su trabajo como docente.

A lo largo de su vida, ha habido muchos momentos que la han inspirado a dedicarse por completo a la escritura. Sin embargo, el reconocimiento literario y la búsqueda de un espacio en el mundo de la escritura son desafíos constantes para quienes desean dedicarse a este arte. La lucha por abrirse camino en el ámbito literario requiere, además de perseverancia, una red de apoyo en el gremio. 

En cuanto al desarrollo personal y cultural, Blanca opina que la lectura tiene un impacto profundo en la vida de las personas. 

¿Cómo describirías a la escritora en la que hoy te has convertido?

Soy, ante todo, lectora. Me describo como lectora antes que como escritora, porque la lectura es el vínculo que conecta todo lo que hago. Es el puente hacia la biblioteca, mi profesión; hacia la escritura, una de mis pasiones; y hacia la docencia, que también ejerzo. 

Me describo también como una mujer luchadora, porque ha sido un camino difícil lograr posicionarme, reconocerme a mí misma y obtener el reconocimiento de los demás por lo que soy y lo que hago. 

¿Qué experiencias o momentos en tu vida te inspiraron a dedicarte a la escritura, y cómo influyeron en tu estilo y temáticas?

Te quiero compartir un concepto con el que he trabajado como promotora de lectura, ya que también me dedico a ello. Este concepto se llama experiencia de lectura, y es la que un lector o una lectora tiene a partir de cualquier texto. Primero es subjetiva, íntima, individual y personal; es un diálogo que tenemos con la lectura, es un encuentro de uno a uno con el escritor. La segunda experiencia de lectura es más transformadora, porque en ella interviene otra persona que propicia el diálogo, en la que podemos actuar como mediadores, padres de familia, bibliotecarios o docentes. 

Entonces, cuando me preguntas en qué momento decidí acercarme a la escritura, puedo decir que primero fue la lectura, en mi caso, la intervención en mi experiencia de lectura la hizo una de mis tías. Cuando tenía alrededor de siete años, me regaló un libro titulado El Diario de Biloca, en el que una niña que narraba todo lo que le pasaba en la escuela. Fue a partir de la lectura de este libro que me acerqué a lo cotidiano desde una perspectiva extraordinaria, ¿sabes? Así fue mi primer acercamiento a la lectura antes que a la escritura.

Luego, continuaron llegando libros a mi vida, incluso antes de escribir mis primeros textos. Leí bastante; entre esos primeros libros estaban los clásicos en esas versiones abreviadas e ilustradas que tenía mi mamá. Ya en la primaria escribía algunos versos. Recuerdo que, cuando tenía unos 12 años, cursando la secundaria, tenía una maestra de español bastante peculiar. Ella tenía muy poca paciencia, y yo era una niña bastante platicadora. Su castigo para los estudiantes era llevarnos a la biblioteca. Todos los viernes nos llevaba a leer a la biblioteca de la secundaria Jaime Torres Bodet, y fue un viernes, que me encontré con el libro El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano. Sentí la necesidad de socializar esa lectura con alguien, y eso sorprendió mucho a la maestra, porque, aunque era una novela breve, no era común para una niña de mi edad. Yo ya había leído libros como El Principito y otras lecturas sencillas, pero esta novela me impactó. La maestra, viendo mi interés, me dio otro libro de ese mismo autor, y luego otro, y otro más, hasta que sentí la necesidad de escribir.

Mi primer acercamiento a la escritura de manera profesional fue a los 21 años. Ya trabajaba y estaba muy vinculada con la lectura en actividades de promoción: leía en voz alta para niños, hacía teatro guiñol, teatro con sombras y realizaba muchas actividades para acercar a las personas a los libros. Utilizaba un pequeño teatro portátil que llevaba en los camiones a las escuelas. Siempre me he dedicado, sobre todo, a promover la lectura, tanto, que en 2015 me dieron un premio estatal por ello, “Premio del Rector de la UASLP” por el logro destacado: promoción de la lectura y la cultura.

Escribí mi primer cuento, en el 2009 obtuve el segundo lugar en el XXIII Concurso Nacional de Creación Literaria del Tecnológico de Monterrey, en la categoría de cuento corto. En ese mismo año, recibí una mención honorífica en el primer Certamen Internacional Caminos de la Libertad para Jóvenes. En 2017, con el cuento “Flor de Azahar” fui finalista del tercer Concurso Internacional de Cuento Breve “Todos Somos Inmigrantes”. Y en 2018, recibí una mención honorífica en el primer Concurso Nacional de Creación Literaria de la UASLP. 

A lo largo de tu carrera, ¿cuáles consideras que han sido los desafíos más grandes a los que te has enfrentado como escritora, y qué aprendizajes te han dejado?

El primer gran desafío es obtener el reconocimiento de tu existencia y un lugar en el gremio, que a veces es hostil. Te enfrentas al menosprecio. Como lector, puedes identificarte con los autores, y a veces creemos que los escritores son seres inalcanzables, superiores, pero definitivamente no lo son y cuesta darse cuenta de ello. Mi primer libro sale a fin de año, y, aunque ya tengo cuentos, ensayos y otros textos publicados, aun así, parece que, para algunas personas, el hecho de no tener un libro completo o uno publicado por una gran editorial no es suficiente para otorgarme el reconocimiento de ‘escritora’. Luchar contra esa discriminación es un desafío, con un matiz clasista, ya que en el gremio de la escritura muchas personas provienen de contextos distintos.  El segundo gran reto para los escritores que como yo no provienen de una familia privilegiada, es la necesidad de contar con otra fuente de ingresos para poder subsistir.

En tu opinión, ¿cuál es el papel de la literatura en la sociedad actual y qué impacto esperas que tengan tus libros en sus lectores?

La literatura suma a la experiencia colectiva y, en cierto sentido, es una paradoja en sí misma. Leer es un acto político, un acto de rebeldía, y al mismo tiempo es un acto de conexión. Creo que fortalece los vínculos y el tejido social; es un componente esencial para los seres humanos. No quiero decir que a través de la lectura se solucionarán los problemas del mundo, pero sí podemos encontrar en ella un espacio para interactuar. Se genera un vínculo que fortalece los lazos sociales, y creo que venimos a este mundo para contar nuestra historia y ser escuchados. Para mí, eso es más que suficiente: dejar un poco de mí en la vida de las personas.

¿Hay algún libro o autor que haya marcado tu vida o tu trayectoria profesional de manera especial? ¿Cómo influyó en tu propio camino como escritora?

Hay muchísimos, entre los que conozco en la vida real y los que solo conozco por sus libros: Edgar Allan Poe, Sara Sefchovich, Svetlana Aleksiévich, Cristina Rivera Garza, Ignacio Manuel Altamirano, Horacio Quiroga, Ana Romero, Antonio Ramos Revillas, Juan Villoro , Martín Solares, Andrés Acosta, Flor Aguilera, Jorge Volpi, Rulfo. De poetas: Gabriela Mistral, Benedetti, Alejandra Pizarnik, Rosario Castellanos. Creo que el primero con el que conecté en poesía fue Walt Whitman y su “Canto a mí mismo», que descubrí en el baño de mi tío Miguel, un gran lector (¡hasta en el baño! jaja). Ah, y no puedo dejar fuera Los amorosos de Jaime Sabines.

Svetlana Aleksiévich, la autora de Voces de Chernóbil, me conmovió profundamente; lloré en varias ocasiones con ese libro, porque la forma en la que narra las historias y vincula un hecho histórico con los sentimientos de las personas que vivieron la tragedia me afectó bastante. Por ejemplo, los cuentos de Edgar Allan Poe también me hicieron sentir miedo de una manera intensa.

De los escritores que conozco personalmente, debo mencionar a dos: Vivian Mansour, a quien conocí virtualmente durante la pandemia en una Feria del Libro que organizábamos para el Colegio Terranova. Luego, un día, cuando ya vivía en la Ciudad de México, me la encontré en una librería mientras leía una amiga. Fue una experiencia conmovedora. Sentí una mirada y, cuando levantó la vista, era Vivian. Ella rompió cualquier barrera y me abrazó como si me conociera de siempre. No solo eso, sino que me invitó a tomar un café afuera y me regaló varios de sus libros; Fue una experiencia de acompañamiento y atención total.

La otra escritora es Mónica Lavín, quien también ha sido una gran influencia en mi vida. Creo que ambas han transformado e impactado mi vida de una manera profunda.»

Para ti, ¿qué importancia tiene el hábito de la lectura en el desarrollo personal y cultural de una persona, y qué consejo le darías a quienes están comenzando a explorar el mundo de los libros?

Yo les diría que no hay una lectura mejor que otra, y que está bien si algo no te gusta o no preferir alguna obra en particular. El poder transformador de la lectura depende de la propia experiencia. Así que el primer consejo es que no se detengan y no les dé miedo leer cualquier cosa. No pasa nada si no te gusta un libro; por ejemplo, puede que no te guste Cien años de soledad o El Quijote de la Mancha y eso no significa que no hayas sido capaz de acercarte a la lectura. No hay que castigarse por ello. Les diría que se quiten ese miedo porque habrá lecturas que no les gusten.

En cuanto a la importancia en el desarrollo personal, creo que hay que entender que ser lector es una decisión de vida. Es una elección que, como todas las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida, tendrá repercusiones. No diré que tendrá un impacto, pero sí una consecuencia, y eso depende de cada ser humano. En cuanto al desarrollo cultural, sí, definitivamente la lectura tiene consecuencias importantes. El conocimiento histórico, social y de nuestra propia existencia es esencial, y esto sí es algo que me parece fundamental decir.

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