De ser consideradas desperdicio culinario a protagonizar millones de mesas frente al televisor: las alitas de pollo tienen una historia de transformación que huele a picante y éxito comercial. Tan solo durante el Super Bowl entre Filadelfia y Kansas City, en Estados Unidos se consumieron mil 470 millones de alitas, según el Consejo Nacional del Pollo. Una cifra que ilustra el lugar que este snack ha conquistado en la cultura pop estadounidense… y mundial.
Una receta accidental que se volvió leyenda
Aunque hoy tienen su propio Día Internacional, las alitas nacieron como un accidente afortunado. Corría el año 1964 en Buffalo, Nueva York, cuando Teresa Bellissimo, dueña del Anchor Bar, decidió freír unas alas que tenía a la mano y cubrirlas con una salsa picante elaborada por Dick Winger, un cocinero que buscaba homenajear la cocina sureña afroamericana. Las sirvió como botana a sus amigos y familiares, acompañadas de apio y aderezo de queso azul.
La respuesta fue inmediata: era la combinación perfecta con la cerveza helada. Así nació la “Buffalo Wing”, que pronto se convirtió en una sensación local.
De Buffalo al mundo
Durante las décadas siguientes, las alitas encontraron un nuevo hogar: los bares deportivos de los años 80. Eran baratas, sabrosas y fáciles de compartir. El combo ideal para mirar partidos y levantar el ánimo.
En los 90, grandes cadenas como Hooters, KFC o Buffalo Wild Wings ayudaron a catapultar su popularidad. Las alitas pasaron de ser un platillo regional a convertirse en un fenómeno global, con versiones al limón, BBQ, chipotle, parmesano y un sinfín de combinaciones.
De descarte a ícono cultural
Originalmente despreciadas y asociadas al consumo en comunidades afroamericanas del sur de Estados Unidos, hoy las alitas son símbolo de convivencia, sabor y pasión deportiva. Su historia es también la de una reivindicación cultural: una pieza barata que logró llegar a la cima del menú global.