El impacto de los huracanes «Otis» en 2023 y «John» en 2024 puso en evidencia la vulnerabilidad de Acapulco ante los fenómenos hidrometeorológicos extremos.
La vulnerabilidad está asociada con el cambio climático, con la elevación de la temperatura superficial del mar en el Océano Pacífico, que genera más frecuentes y más intensos ciclones tropicales, pero también con las propias características geográficas del puerto y el crecimiento urbano desordenado, que incrementan el riesgo de inundaciones.
El crecimiento urbano de Acapulco ha estado estrechamente ligado al desarrollo turístico. La población del municipio pasó así de 49 mil habitantes en 1960 a 600 mil en 1980, en lo que fue el periodo de mayor auge turístico del puerto, y llegó hasta 789 mil en 2010. Para 2020, sin embargo, descendió a 779 mil.
«La mancha urbana comenzó su crecimiento alrededor del casco antiguo, dirigiéndose hacia la costa, edificando el suelo para fines turísticos», señala el Programa de Mejoramiento Urbano de Acapulco, publicado por la Sedatu justo en 2020.
«Sin embargo, esta visión y planeación acotada a la zona turística, provocó la ocupación irregular por parte de migrantes en busca de fuentes de empleo en zonas habitacionales localizadas sobre grandes y extensos lomeríos, llevando a la precarización de la periferia urbana debido a las carencias de vivienda y servicios básicos.
«Estos dos tipos de urbanización no obedecieron usos del suelo ni condiciones físicas del terreno y entorno. Contrariamente, se han creado conjuntos habitacionales en zona de riesgo y manglares en un lapso relativamente corto, trayendo consigo problemas sociales y medioambientales», acota.
El crecimiento urbano desordenado del destino turístico implicó la pérdida de áreas de infiltración y de cauces naturales de desalojo del agua.
La última actualización del Atlas de Peligros Naturales de la Ciudad de Acapulco de Juárez, publicada en 2021, indica que el puerto enfrenta riesgo de inundaciones tanto por ciclones tropicales, como por lluvias extraordinarias y crecidas de ríos, que eventualmente se incrementa por la insuficiencia y el taponamiento del sistema de drenaje.
«El río que más inundaciones causa es La Sabana, el cual se encuentra sujeto a crecidas estacionales que afectan la población que vive en sus orillas», apunta.
En la Zona Dorada, un área rodeada de montañas con grandes pendientes urbanizadas, la lluvia no puede penetrar en el subsuelo y escurre hacia abajo.
«Y con ese escurrimiento tenemos grandes volúmenes de agua que pueden, en muy poco tiempo, llenar las calles y arrastrar rocas, sedimentos y residuos sólidos urbanos, tanto en la pendiente como en las zonas bajas», advirtió en octubre pasado, Naxhelli Ruiz Rivera, investigadora del Departamento de Geografía Social del Instituto de Geografía de la UNAM.