lunes, octubre 13, 2025
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Hot Yoga San Luis: calor, disciplina y sanación en movimiento

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  • El Bikram Yoga no solo transforma el cuerpo: también sana la mente y fortalece el espíritu.
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En el número 623 de la avenida Cordillera Arakan, en San Luis Potosí, se encuentra Hot Yoga San Luis, un espacio que combina calor, disciplina y resiliencia personal. Su fundadora, Sara Gaeta, retomó este estudio en 2022, después de que operara bajo el nombre de Bikram Yoga San Luis. Desde entonces, se ha convertido en un punto de encuentro para quienes buscan trabajar cuerpo y mente a través de una práctica exigente, pero profundamente transformadora.

¿Qué es el Bikram Yoga?

En entrevista para “Ingrata Noticias”, Sara nos platica sobre el Bikram Yoga el cual es un estilo particular dentro de esta disciplina milenaria. Se practica en un salón a 40 grados centígrados y con 40% de humedad, con el fin de simular el clima de la India. La clase dura 90 minutos y sigue una secuencia fija de 26 posturas y dos ejercicios de respiración.

¿En qué consiste el yoga Bikram y cómo se diferencia de otros estilos de yoga?
Es un yoga con calor: se practica en un salón a 40 grados con humedad. Deben cumplirse específicamente estas dos condiciones para poder realizar esta práctica. Es una práctica pesada y extensa, de 90 minutos constantes. Está diseñada para trabajarse en ese tiempo, siempre con calor y humedad.

Durante la sesión practicamos 26 posturas y dos ejercicios de respiración. Las posturas se repiten, es decir, cada una se realiza dos veces. Lo mismo sucede con los ejercicios de respiración: uno al inicio, un pranayama que nos prepara y llena de energía; y otro al final, que ayuda a desintoxicar el cuerpo y a mantenernos relajados para continuar con el resto del día.

Es el único estilo de yoga que se practica con calor. ¿Por qué con calor? Porque este facilita alcanzar las posturas de manera más flexible y con menor riesgo de lesión. Al producirse una vasodilatación, los músculos se vuelven más laxos, flexibles y elásticos, lo que permite realizar los movimientos sin tensión ni rigidez en las articulaciones ni en el cuerpo en general.

¿Cómo se diferencia de otros estilos de yoga?

Básicamente, ¿qué lo diferencia? Número uno: que hay un diálogo preestablecido, reconocido y registrado en todo el mundo. No puedes llegar y dar Bikram Yoga si no tienes ese diálogo. Es un guion en el que el maestro guía al practicante desde el inicio de la clase, con el primer ejercicio de respiración. El alumno escucha, el maestro no hace la clase, sino que todo el tiempo va dando las indicaciones, y el alumno sigue las instrucciones con mucha atención. Es una práctica que requiere muchísima concentración.

En otros estilos de yoga, ves al maestro o la maestra haciendo la clase y, eventualmente, te distraes porque piensas: “Ah, ni me está viendo. Está haciendo un guerrero, está en perro boca abajo, y yo lo observo”. Pero aquí no es así: si pierdes el hilo del diálogo, llega un momento en que piensas: “Híjole, ¿hacia dónde voy?”. Porque el diálogo es muy preciso y literal. Si te digo: “Brazos arriba de la cabeza, palmas juntas”, es literal. Si digo: “Brazos tocan orejas”, es literal. Si digo: “Estira tu columna”, es literal. Esa es una gran diferencia con respecto a otros estilos de yoga.

Es además el único estilo de yoga que se practica en un salón caliente y con humedad. Con el tiempo, esa idea original se fue desvirtuando: algunas personas decían “pongo unos calentadores, subo la temperatura y ya doy ese estilo de yoga”. Pero no es así: se requiere humedad, porque el calor por sí solo deshidrata. Debe haber un ambiente caluroso y húmedo para que la práctica, que dura 90 minutos, se realice con la confianza de que no habrá deshidratación y de que el alumno podrá completarla.

En mi estudio también ofrezco una modalidad de 60 minutos, que es más común en Europa. ¿Por qué la incluí? Porque muchos decían: “Hora y media es mucho tiempo”. Entonces adapté la versión corta: 26 posturas y dos ejercicios de respiración, pero cada postura se realiza solo una vez. El diálogo es el mismo, la estructura también; solo se reducen las repeticiones y, por tanto, la duración. Los alumnos me dicen: “Sí me alcanza ir una hora, ya no salgo tan tarde en la noche”. Esa fue la idea detrás de esta práctica más breve.

¿Cómo decides iniciar con está diciplina? 

Yo empecé a practicar yoga en 2003, con ashtanga. Durante 8 o 10 años seguí con esa disciplina, y después incursioné un poco en kundalini, shivananda y otros estilos. Era feliz probando distintas prácticas. Sin embargo, en esa época atravesaba un proceso personal y familiar muy duro: me estaba divorciando, caí en una depresión severa. El yoga se convirtió en un refugio que me ayudó a procesar pensamientos y emociones. Aunque estaba en terapia y con medicación, sentía que necesitaba algo más.

En un gimnasio sufrí una lesión de hombro. El médico me prohibió hacer posturas invertidas. Fui con varios ortopedistas, me dieron sesiones de láser, TENS, ultrasonido, pero nada funcionaba. Incluso me recomendaron cirugía. Yo, conociendo mi cuerpo y los beneficios del yoga, me resistía. Buscando alternativas, un día en internet encontré Bikram Yoga. Decía que se practicaba con calor. Recordé que me habían recomendado aplicar calor al hombro y pensé: “Si hago movimientos en un ambiente caliente, quizá me ayude”.

Comencé a asistir y, a las 12 semanas, sentí menos dolor. Yo vivía medicada, con infiltraciones y antiinflamatorios, y de pronto empecé a tener más movilidad. Me tomó un año recuperarme por completo, pero al cabo de ese tiempo pude volver a subir los brazos, vestirme sin dificultad y moverme sin dolor. El terapeuta que me había tratado me dijo: “Estás diez mil veces mejor que con una cirugía”. Ese día decidí quedarme con Bikram Yoga.

Seguí practicando y, en 2019, me certifiqué. Lo hice porque quería transmitir este testimonio: mostrarle a la gente que no siempre necesita una cirugía para rehabilitarse, que a través del yoga también se puede sanar. Ahora enseño en este estudio, comparto mi experiencia y recojo testimonios de alumnos con ansiedad, depresión o enfermedades como fibromialgia. Incluso personas con cáncer encuentran en la práctica un apoyo para procesar mejor sus emociones.

¿Qué beneficios físicos y emocionales o mentales se pueden obtener con esta disciplina?

En lo físico: mayor movilidad y más flexibilidad en todo el cuerpo. Si tienes buena movilidad, adquieres un mayor rango de apertura en las articulaciones, lo que disminuye el riesgo de lesiones. También se mantiene la masa muscular, que literalmente te protege de caídas, golpes y otro tipo de lesiones, e incluso de enfermedades a futuro. Básicamente, los resultados físicos son esos: más movilidad, más flexibilidad, mayor elongación y una mejora impresionante en la postura.
Por ejemplo, quienes pasan mucho tiempo encorvados o sentados frente a una computadora, con la práctica trabajan su eje postural, fortalecen músculos, tendones y ligamentos, lo que se traduce en mejor postura, más movilidad y menos riesgo de lesiones.

En lo emocional y mental: el enfoque y la concentración que logras durante la práctica. En esos 90 o 60 minutos estás frente al espejo, enfocado únicamente en ti, en tu cuerpo, sin juzgar si te gusta o no te gusta. Te concentras en mantenerte con determinación en cada postura. Yo les digo mucho a mis alumnos: “No importa  quién llega, lo importante es quién se queda”. Si te caes de una postura, te levantas y lo intentas otra vez. Es un reflejo de la vida misma: te caes, fracasas en algo, pero no es un fracaso, es una enseñanza. Siempre puedes volver a levantarte y empezar de nuevo.

Emocionalmente, el beneficio es poder procesar mejor la información, tomar mejores decisiones y ser menos reactivo en tu vida diaria. Con tu familia, amigos o en el trabajo, tus respuestas cambian: se vuelven más asertivas, menos impulsivas. Incluso en algo tan cotidiano como el tráfico: en lugar de enojarte y gritarle al que se te metió, simplemente piensas: “Relájate, pasa tú, y después paso yo”. Y ahí te das cuenta: reaccionas diferente ante situaciones agresivas.

Alumnos me han dicho: “Ya no me estreso con mis hijos”. Ellos mismos lo notan y me dicen: “Mamá, te vemos más contenta, diferente”. Ese tipo de cambios emocionales y mentales son maravillosos, porque reflejan cómo la práctica te ayuda a conectar mejor contigo mismo y con los demás.

¿Es recomendable para cualquier persona o existen contraindicaciones para ciertos grupos?

No, no tiene que tener ni una edad para hacer yoga. O sea, ni  tan chico ni tan grande nada que ver, o sea, puedes empezar de la edad que tú quieras, 14, 13, 12 años y bueno, hay algunos de 70, 80 años practicando yoga. No es exclusivo de hombres ni de mujeres, pueden ir hombres y mujeres. los que quieran hacer yoga. 

Yo invito a la gente para que haga yoga. O sea, literalmente que hagan yoga, es una práctica muy bondadosa. no necesariamente tienes que tener una una disciplina ya de que ah, yo ya sé hacer yoga o tengo que saber hacer algo nada que ver.

Y empiezas de cero, ¿sí? Y en tu proceso, sin juicio, vas avanzando en tu práctica y vas obteniendo los beneficios desde el primer momento que pisas un estudio de yoga. 

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