sábado, marzo 22, 2025
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El arte de reinventarse: La historia de una bailarina que desafió los estándares

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“Me dijeron que me dedicara a otra cosa, que la danza no era para mí. Pero me pregunté: ¿Por qué no? Si a mí se me antoja, ¿qué es lo peor que puede pasar?».

En un mundo donde los estereotipos y las limitaciones físicas a menudo determinan quién puede o no puede alcanzar el éxito en determinadas disciplinas, Liliana Anthea García Torres ha demostrado que la pasión y la perseverancia pueden superar cualquier obstáculo. Recientemente reconocida por la Compañía Genesys Danza-Teatro, esta bailarina, y maestra coreógrafa de danza contemporánea ha dedicado su vida a la formación de nuevas generaciones y a desafiar los estándares impuestos en el mundo de la danza.

Liliana Anthea comenzó su camino en la danza casi por accidente. A los 15 años, tras un contratiempo en su proceso de inscripción para estudiar diseño gráfico, se vio en la necesidad de buscar otra actividad. Así llegó a Bellas Artes con la intención de tomar fotografía, pero al ser una materia de pocas horas semanales, le sugirieron inscribirse en otra disciplina. La danza para comedia musical fue su elección y, sin saberlo en ese momento, sería el inicio de una carrera de más de 25 años en el arte del movimiento.

Desde el principio, su maestra, Elizabeth Hernández Torres, la impulsó a descubrir su talento. Más tarde, Liliana ingresó a la Escuela Estatal de Danza Contemporánea, donde consolidó su formación profesional. Durante esos años, participó en congresos y presentaciones en distintas ciudades, experiencias que cimentaron su amor por la danza y la convencieron de que ese era su camino.

Transformando la adversidad en fortaleza

El trayecto de Liliana no ha estado exento de desafíos. Uno de los momentos más difíciles de su carrera fue cuando descubrió que padecía cadera luxada, una condición congénita que le provocó un desgaste prematuro de sus articulaciones. La lesión la llevó a dejar de caminar temporalmente, lo que la hizo pensar que su carrera había terminado.

Sin embargo, en lugar de rendirse, encontró una nueva vocación: la enseñanza. «Ser bailarín o artista de la danza no se enfoca solamente en la ejecución, sino en muchas otras cosas que a veces no nos damos cuenta que podemos hacer», reflexiona. Este giro en su vida la llevó a convertirse en una maestra y coreógrafa excepcional, capaz de guiar a sus alumnos desde cero hasta niveles profesionales.

La lucha de Liliana no solo ha sido contra sus propios obstáculos físicos, sino también contra los estereotipos arraigados en el mundo de la danza. «Si no tienes el físico delgado, pequeño y delicado, pareciera que no puedes ser bailarina», explica. A pesar de que la danza clásica ha establecido ciertos estándares, el surgimiento de nuevas técnicas ha abierto la posibilidad de que personas con distintos tipos de cuerpos puedan destacar en el arte.

Sin embargo, los prejuicios persisten, especialmente en el entorno académico, donde los maestros más capacitados suelen ser también los más estrictos en cuanto a los requisitos físicos. «A mí me dijeron que me dedicara a otra cosa, que la danza no era para mí. Pero me pregunté: ¿Por qué no? Si a mí se me antoja, ¿qué es lo peor que puede pasar?».

Esa determinación la ha llevado a desafiar los estándares y a crear espacios inclusivos para sus alumnos, fomentando un enfoque en la técnica y la expresión artística más allá de la apariencia física.

Un mensaje para las futuras generaciones

Para Liliana, la clave del éxito en la danza es la disciplina y la decisión. Reconoce que el arte sigue siendo una carrera poco valorada, pero enfatiza su importancia en el desarrollo humano y social. «El arte no se le niega a nadie. Es un entrenamiento que te forma desde el movimiento más básico hasta el pensamiento más profundo», afirma.

Su mensaje para las jóvenes que desean incursionar en la danza es claro: «Si realmente quieres hacerlo, enfócate, busca las formas de darle continuidad y permite que marque tu vida». Además, destaca la necesidad de más mujeres artistas que desafíen las normas y amplíen las posibilidades para futuras generaciones.

Liliana Anthea García Torres es un ejemplo de cómo la pasión, la perseverancia y la convicción pueden abrir caminos incluso en los espacios más restrictivos. Su historia no solo inspira, sino que también redefine lo que significa ser bailarina en un mundo en constante evolución.

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