En esta columna optamos por considerar que nuestro Presidente Nacional no es un chiste y todo lo que dice, la forma en que lo dice y se comporta, son una máscara, un personaje que ha creado y perfeccionando a lo largo de 18 años de búsqueda de poder y su sexenio. Preferimos pensar que es un tipo muy inteligente y que, a pesar de no estar de acuerdo con sus decisiones, son estratégicamente bien planeadas y que lo que consideramos que son estupideces, justo así pretende que se perciban, pero son todo lo contrario.
Esta semana ha tenido a mal dos pésimas actuaciones, la primera, en cuanto al Ex Ministro de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar. Textualmente admitió que por medio de este último presionaba a jueces para que tomaran decisiones en función de los intereses del Presidente. Esto rompe totalmente con el principio de separación de poderes que dicta nuestra Constitución, esa que él tanto dice respetar, pero no tiene empacho alguno en pretender controlar a voluntad. Cada uno de los poderes debe mantener un estatus de independencia, con la finalidad de que no haya una concentración y caigamos en los excesos o en los intereses de una sola persona. En muchos períodos de gobierno, no se había visto tal intención de absolutismo por parte de un Presidente y mire que hemos tenido malos y muy malos presidentes en nuestra historia.
¿En dónde está la gravedad de admitir que presionaba a Zaldívar, para que este a su vez hiciera lo conducente con jueces? Imagine usted que, al Presidente con la cercanía del 8 de marzo, día internacional de la mujer, con las marchas y manifestaciones de colectivos anda muy presionado y para calmar la situación quiere que ahora todas las personas que sean acusadas de violación sí o sí, tengan que seguir su proceso en prisión, no importa lo que diga el Código Penal, ni ninguna otra ley, él quiere que, por el tipo de acusación esté en prisión. Ahora sume que usted es el acusado y que esta no es verdadera. Hay procedimientos muy bien establecidos y complejos para poder determinar si una conducta es merecedora de llevar un proceso en libertad o no. Hubo una reforma en nuestro sistema penal en el 2012, en favor de los derechos humanos que implicó un avance para su defensa, pero como él necesita apaliar la presión de los colectivos, ahora fuerza a la Suprema Corte de Justicia, para que esta a su vez haga lo pertinente con los jueces y que, aunque los asuntos no cumplan con los requisitos, la directriz sea que, en acusación de violación haya prisión forzosamente. Esto es para darnos miedo, pero es lo que ha ocurrido hasta ahora. Por otro lado, los jueces saben que tienen independencia, pero quiero ver cuántos se atreven a decirle a su superior: no voy a hacer lo que dices porque yo tengo autonomía; la mayoría cuidará el trabajo, seguramente.
Y así con un solo ejemplo se rompe con montones y montones de leyes que regulan nuestro sistema jurídico y de gobierno, hechos y pensados precisamente para que no haya arbitrariedades y se sigan reglas, con el fin de ser imparciales en cualquier aspecto. De ninguna forma es perfecto, pero en lugar de avanzar estamos retrocediendo en temas de hace medio siglo o más.
El otro desafortunado evento fue con el conocido periódico New York Times, el cual se encuentra realizando una investigación sobre López Obrador y sus nexos con el narcotráfico. En su mañanera expuso la conversación textual y las preguntas que le fueron enviadas, además de que hizo público el número de teléfono de la reportera, lo cual para un periodista, es un dato sensible.
Es en extremo preocupante, que ante investigaciones de medios que no están bajo el control de Palacio Nacional la reacción sea la de amedrentar y hacer pública información que pone en riesgo a las personas. Con la cantidad de periodistas muertos que hay en nuestro país es alarmante, al igual que los posibles nexos de Andrés, con el crimen organizado. Lo mismo de lo que se quejó de expresidentes ya le apareció a él y ahora quiere aventarle tierra y ponerlo bajo el tapete, la misma suciedad de la que se ha quejado.
En esta columna nos sentimos muy aliviados del cercano fin de sexenio de López Obrador, no sabemos si vendrá algo menos lesivo, pero preferimos pensar que hay mejores opciones en el futuro.