El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, emitió un comunicado reconociendo la tormenta mediática que estalló en torno a los comentarios de Francisco.
El Papa Francisco se disculpó después de que lo citaran usando un término vulgar y peyorativo sobre los hombres gays para reafirmar la prohibición de la iglesia católica sobre los sacerdotes homosexuales.
El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, emitió un comunicado reconociendo la tormenta mediática que estalló en torno a los comentarios de Francisco, hechos a puerta cerrada con obispos italianos el 20 de mayo.
El lunes, la prensa publicó que obispos italianos anónimos informaron que Francisco usó en broma el término «mariconería» mientras hablaba en italiano durante el encuentro para reafirmar la prohibición del Vaticano de permitir que hombres homosexuales sean seminaristas y ordenados sacerdotes.
Bruni dijo que Francisco está al corriente de los informes y recordó que el papa argentino —que ha convertido el acercamiento a los católicos LGBTQ+ en un elemento distintivo de su papado— ha insistido desde hace mucho tiempo en que «hay sitio para todos» en la Iglesia católica.
«El papa nunca ha querido ofender ni expresarse en términos homofóbicos, y dirige sus disculpas a aquellos que se han sentido ofendidos por el uso de un término divulgado por otros», dijo Bruni.
En el comunicado, Bruni tuvo cuidado de evitar confirmar categóricamente que el papa hubiera usado el término, de conformidad con la tradición del Vaticano de no revelar lo que el pontífice dice a puerta cerrada. Pero Bruni tampoco negó que Francisco lo haya usado y reconoció que algunas personas se han sentido ofendidas por éste.
Francisco habló ante una conferencia de obispos italianos, que recientemente aprobaron un nuevo documento donde se describe la formación para los seminaristas. El documento, que no ha sido publicado y será revisado por la Santa Sede, presuntamente busca abrir un hueco en la provisión absoluta del Vaticano a los sacerdotes gays introduciendo el tema del celibato como el requisito principal para los sacerdotes, sean gays o heterosexuales.
La prohibición del Vaticano fue articulada en un documento de 2005 de la Congregación para la Educación Católica, y repetido en un documento posterior en 2016, en el que se indica que la Iglesia no puede admitir en los seminarios ni ordenar a hombres que «practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostengan la así llamada cultura gay».
La postura ha sido criticada desde hace tiempo como homofóbica e hipócrita en una institución que, ciertamente, tiene sacerdotes gays en sus filas. El difunto psicoterapeuta Richard Sipe, antiguo monje benedictino que enseñó en seminarios estadounidenses, calculaba que, a principios de la década de 2000, hasta 30% del clero estadounidense tenía una orientación homosexual.
El difunto reverendo Donald Cozzens, rector de seminario, dijo que el porcentaje era aún mayor, y afirmó en su libro «The Changing Face of The Priesthood» (El rostro cambiante del sacerdocio) que en Estados Unidos, el sacerdocio se convertía cada vez más en una profesión gay debido a que los hombres heterosexuales lo habían dejado para casarse y tener una familia.
Los sacerdotes del rito latino de la Iglesia católica no pueden contraer matrimonio, mientras que los de las iglesias orientales sí pueden hacerlo.
Francisco ratificó firmemente esa postura en su reunión, realizada el 20 de mayo, con los obispos italianos, diciendo en broma que «ya hay un aire de mariconería» en los seminarios, informaron medios italianos, tras un informe inicial del sitio de chismes Dagospia.
El italiano no es la lengua materna de Francisco, y el papa argentino ha cometido errores lingüísticos en el pasado, los cuales han causado sorpresa. El papa argentino, de 87 años, suele hablar de manera informal, bromear utilizando coloquialismos e incluso decir palabrotas en privado.
Sin embargo, se ha dado a conocer por su acercamiento a los católicos LGBTQ+, comenzando por su famoso comentario, «¿Quién soy yo para juzgar?» de 2013 sobre un sacerdote que presuntamente había tenido un amante gay en el pasado.