Ante el uso extendido de chatbots para hacer tareas, profesores están migrando a evaluaciones en tiempo real: ensayos a mano en clase, exámenes orales y tutorías obligatorias. El giro busca recuperar el esfuerzo cognitivo perdido.
Profesores de distintas universidades —desde NYU Abu Dhabi hasta campus en EE UU— reportan que, aun tras dialogar sobre “buenos usos” de la IA, estudiantes aplicados siguieron usando chatbots para redactar trabajos. Detectores poco confiables, críticas “hechas con IA” y tutores automatizados que dan respuestas cerraron el paso a la supervisión tradicional. Resultado: más evaluación presencial y sin dispositivos.
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El nuevo esquema privilegia ensayos en aula, exámenes orales, horas de consulta obligatorias y tareas “auténticas” que prueban lo aprendido sin apoyos externos. Algunas escuelas incluso habilitan salones sin internet o bloqueadores de navegador. La apuesta, dicen los académicos, es exigir el esfuerzo necesario para consolidar memoria de largo plazo, verdadero correlato biológico del aprendizaje.
El viraje no es una pérdida de rigor, sino un retorno a prácticas históricas (diálogo socrático, viva voce) previas al dominio del trabajo escrito domiciliario. No obstante, plantea retos de escala en clases masivas y dudas sobre equidad: la evaluación cronometrada beneficia a quien piensa rápido, no siempre a quien piensa hondo. Estudiantes, por su parte, resienten perder herramientas a las que se habituaron; muchos nunca escribieron a mano ensayos con límite de tiempo.
A mil días del lanzamiento de ChatGPT, los campus asumen que la redacción rutinaria se abarata y que la universidad debe volver a formar identidad y criterio, no solo transmitir información. El equilibrio probable: convivencia entre evaluación presencial “medieval” y pedagogías modernas (aprendizaje activo, evaluación auténtica) para reponer el trabajo intelectual que la automatización desplazó.