Mientras Morena festejaba virtual triunfo de Sheinbaum, la violencia y asesinatos relacionados a las elecciones continuaron en el país.
La noche del domingo 2 de junio, 10 minutos después de que se confirmó el triunfo electoral de Claudia Sheinbaum , dos festejos ocurrían a 590 kilómetros de distancia.
En el Zócalo, una multitud de morenistas celebraba a la futura primera presidenta de México, mientras que en Santo Domingo Armenta, Oaxaca, unos pocos priistas abrazaban el triunfo del próximo alcalde Yonis Atenógenes Baños Bustos.
La primera fiesta terminaría con aplausos; la segunda con un funeral.
Tragedia en Oaxaca tras elecciones
Cerca de la medianoche, el priista celebraba en su domicilio particular –y casa de campaña– su ventaja en el conteo electoral. Con él estaba su equipo más cercano, atentos a las buenas noticias que veían en el Programa de Resultados Electorales Preliminares de Oaxaca, cuando un hombre armado entró a su casa.
Baños Bustos murió al instante por dos tiros a quemarropa y se convirtió en la primera víctima mortal de la temporada postelectoral. Ni durante una hora pudo festinar su triunfo.
Durante el periodo electoral, 63 políticos fueron asesinados en las campañas más sangrientas de la historia moderna de México, de acuerdo con el conteo de la organización Causa en Común. Llegar al 2 de junio suponía el descenso abrupto de esa violencia asociada a las urnas, pero los homicidios siguen y esconden un mensaje, de acuerdo con especialistas.
Se hizo una revisión hemerográfica de políticos y funcionarios públicos asesinados desde que se anunció el triunfo de la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum y contó 17 homicidios, es decir, en promedio uno cada día y medio a partir del 2 de junio.
Entre ellos, hay un alcalde electo, una presidenta municipal, una regidora, jefes de policía y más.
“La búsqueda de influencia con el Estado no se detiene con los resultados electorales. Los incentivos siguen siendo los mismos. Si un candidato vinculado a la competencia ganó, hay motivo para tomar acción. Y si resulta que uno prometió lo mismo a diferentes grupos –lo que es frecuente– hay motivo para recordarle que no respetar promesas hechas conllevará costos”, analiza Falko Ernest, experto en temas de seguridad en la organización international Crisis Group.