- Para los wixaritari, Wirikuta no es sólo el lugar donde nació el sol, sino también el centro de equilibrio del mundo
En el desierto del altiplano potosino, entre los municipios de Catorce, Matehuala, Villa de Guadalupe, Villa de Ramos y Charcas, se extiende Wirikuta, un territorio de 144 mil hectáreas que trasciende el valor ecológico: es el centro espiritual del pueblo wixárika y uno de los altares más antiguos y vigentes de las culturas originarias del continente. Aquí —según la cosmovisión wixárika— nació el sol, la conciencia, y se renueva el pacto sagrado entre los seres humanos y la naturaleza.
Este Sitio Sagrado Natural, reconocido como Área Natural Protegida por el estado de San Luis Potosí desde 1994, enfrenta una amenaza múltiple: minería, agroindustria, saqueo de agua, uso de tecnología antilluvias, despojo territorial y pérdida de saberes ancestrales. En este contexto, diversas organizaciones y comunidades luchan no solo por preservar Wirikuta, sino por regenerarlo.
Para los wixaritari, Wirikuta no es sólo el lugar donde nació el sol, sino también el hogar de su deidad más importante, Tamatsi Kauyumarie, y el centro de equilibrio del mundo. Wirikuta representa el núcleo donde se entrelazan la espiritualidad, la historia y las tradiciones, constituyendo la esencia de su identidad cultural y religiosa. Aquí se llevan a cabo peregrinaciones y rituales, vitales no sólo para mantener su conexión con lo divino, sino también para preservar su cultura y sus formas de vida ancestrales; es decir, la tierra en esta cosmovisión adquiere un significado profundamente entrelazado con su religión, donde cada elemento simbólico del lugar se alinea con su cosmogonía.
Pero el territorio no sólo es importante para los wixaritari, ya que para las grandes mineras extranjeras —sobre todo, las canadienses— también es atractivo, pues en la zona se cuenta con recursos naturales tan valiosos como el oro y la plata, entre otros minerales. Conforme la presencia de las empresas transnacionales se expandió debido al otorgamiento de concesiones (que aumentó de forma exponencial desde 2009), se potencian las luchas ancestrales en defensa de la tierra por parte de los indígenas y campesinos, al tiempo que surgen nuevas formas de movilización y participación ciudadana.
Un altar sagrado bajo asedio
El reconocimiento legal de Wirikuta ha avanzado en las últimas décadas: desde su inclusión en la Lista Indicativa de la UNESCO como posible Patrimonio Mundial, hasta la firma del Pacto de Hauxa Manaka en 2008, mediante el cual el gobierno federal y cinco estados se comprometieron a proteger la cultura wixárika y su hábitat. Sin embargo, los hechos sobre el terreno cuentan otra historia.
En 2010, el gobierno federal otorgó más de 70 concesiones mineras en la región, a pesar de la protección declarada. La resistencia organizada, que combinó amparos judiciales, movilizaciones y argumentos científicos y espirituales, logró frenar los proyectos mineros en 2012. Pero las empresas aún acechan.
Mientras tanto, la agroindustria avanza sin freno. Productores de tomate, chile, pollo y cerdo han desmontado grandes extensiones naturales, agotado mantos acuíferos y, en una práctica alarmante, recurrido a tecnologías para inhibir la lluvia, lo que afecta drásticamente al ecosistema y a las comunidades campesinas.
“El desierto se está secando no por el clima, sino por la avaricia”, denuncia uno de los defensores del territorio.
Además de los impactos físicos sobre el paisaje y el clima local, Wirikuta enfrenta un proceso de desintegración social y cultural. La ganadería extensiva —que solía ser el sustento de las comunidades— muestra signos de agotamiento, y la producción campesina ha disminuido drásticamente.
Peor aún, se reportan prácticas violentas e ilegales de despojo territorial, orientadas a romper la propiedad colectiva de la tierra para facilitar su apropiación por intereses empresariales. A ello se suma la desvinculación del sistema educativo de los procesos de regeneración ecológica, lo que profundiza la pérdida de conocimientos locales de manejo territorial.
En contraposición al modelo extractivista, los defensores de Wirikuta impulsan una visión integral de regeneración biocultural. En Margaritas, San Luis Potosí, se desarrolla un proyecto piloto: el Centro de Regeneración Ambiental y Prácticas del Buen Vivir, que promueve un jardín etnobotánico, bancos de germoplasma, reforestación regenerativa, permacultura, bioconstrucción, turismo ecológico y documentación científica.
“La ecuación es clara: cuidar la naturaleza nos da de comer”, afirman desde la iniciativa Sincronía Wirikuta.
También se propone que Wirikuta sea reconocido formalmente como Patrimonio Biocultural de la Humanidad y que el gobierno federal cancele los proyectos extractivistas en curso, renovando el Plan de Manejo de la reserva con base en principios de sustentabilidad, cultura viva y justicia territorial.
Busca ruta wixárika ser patrimonio global
La ruta que el pueblo wixárika emprende anualmente para llegar al centro ceremonial de Wirikuta, a través de 20 sitios sagrados, está a un paso de ser inscrita en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El pasado 8 de julio se dio a conocer que el expediente que sustenta esta postulación se analiza en la 47ª sesión del Comité de Patrimonio Mundial, que se celebra desde el 6 de julio en París. De ser aprobado, los 20 sitios sagrados que conforman esta ruta quedarían protegidos bajo la figura de “bien en serie”, otorgándoles resguardo internacional frente a amenazas como la minería, el saqueo cultural y el deterioro ecológico.
La propuesta fue elaborada por el propio pueblo wixárika, sin que haya partido del Estado mexicano, como explicó desde París Francisco Vidargas, director de Patrimonio Mundial del INAH. “El Gobierno la presenta ante la UNESCO, pero la idea y el contenido fueron definidos exclusivamente por las autoridades tradicionales wixaritari”, subrayó.
El expediente fue postulado con base en dos de los criterios exigidos por la UNESCO: el tercero, por representar un testimonio excepcional de una tradición cultural viva, y el sexto, por su relación directa con creencias y prácticas de significado universal.
El camino hacia este reconocimiento internacional ha sido largo y marcado por obstáculos. La defensa de esta ruta comenzó formalmente en 1998, cuando comunidades wixaritari, con el respaldo de la organización Conservación Humana, A.C., iniciaron los trabajos para su protección. En 2004, el trayecto fue incluido en la Lista Indicativa de México ante la UNESCO.
Un hito fundamental se dio en 2011 con la fundación del Consejo Regional Wixárika para la Defensa de Wirikuta y Lugares Sagrados, surgido para frenar proyectos extractivos que amenazaban con destruir sitios de valor espiritual. Sin embargo, en 2015, el gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto bloqueó la entrega del expediente a la UNESCO, priorizando —según Vidargas— los intereses mineros sobre los patrimoniales.
El proceso se reactivó en 2021 gracias a la insistencia del Consejo Regional y al respaldo presidencial en 2022, cuando el Presidente López Obrador recibió a representantes wixaritari en Palacio Nacional. Como resultado, se incluyó el reconocimiento de la ruta dentro del Plan de Justicia para los Pueblos Wixárika, Náayeri, O’dam y Mexikan.
La evaluación técnica del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) ya recomendó la inscripción de la ruta. Ahora, la decisión final recae en los 20 países miembros del Comité del Patrimonio Mundial —excluyendo a México por razones de imparcialidad—, quienes emitirán su voto en los próximos días. Se espera que el resultado se anuncie este fin de semana.
Wirikuta bajo asedio: denuncian intento de despojo en el ejido Las Margaritas
El ejido Las Margaritas, corazón territorial y espiritual de Wirikuta, se enfrenta a una seria amenaza: un intento de parcelación y venta de tierras de uso común que compromete no solo el tejido comunitario, sino también la integridad de uno de los territorios sagrados más importantes del pueblo wixárika. Así lo denuncian integrantes del colectivo Sincronía Wirikuta, Eduardo Guzmán Chávez y Jorge García Manzano.
«Lo que está ocurriendo en Margaritas es un proceso de desposesión territorial, como sucede en muchos otros ejidos de la región y del país», advierte Guzmán. «Una minoría de ejidatarios, apoyados por empresarios, políticos y funcionarios corrompidos, están intentando parcelar para vender a intereses agroextractivistas que ya visualizan Wirikuta como un futuro corredor industrial. Lo terrible es que lo hacen violentando el tejido comunitario y el paso de los peregrinos wixaritari».
El ejido Las Margaritas, con una extensión de 5 mil 700 hectáreas, está ubicado en el núcleo de las más de 140 mil hectáreas que conforman el polígono de Wirikuta, considerado un sitio sagrado por la nación wixárika. Cada año, cientos de peregrinos realizan travesías espirituales que culminan precisamente en esa zona. La instalación de cercas ilegales por parte del grupo minoritario ha bloqueado caminos tradicionales, afectando a la comunidad y a los rituales ancestrales.
Sin embargo, no todo está perdido. Guzmán y García Manzano aseguran que la mayoría de los ejidatarios han recuperado el órgano de autoridad ejidal y han logrado sumar esfuerzos con los pueblos originarios para resistir la fragmentación del territorio. “Gracias a esa unidad, las instituciones federales involucradas han reafirmado que no es posible parcelar las tierras de uso común de Margaritas. Pero aun así, hacer valer la ley ha sido muy difícil”, lamentan.
Uno de los pilares en la defensa de Wirikuta ha sido lo que llaman “la familia extendida del Venado Azul”, una red de aliados que combina activismo, arte, ciencia y acción jurídica. “Es un mosaico heterogéneo de perfiles diversos, un cruce de sangres que se deja guiar por los ancestros. Esta familia fue fundamental en la defensa contra las minas entre 2010 y 2013, y ahora vuelve a serlo”, resalta García Manzano.
La reciente visita de la Procuraduría Agraria y de instituciones como el INAH, INPI, CONANP y autoridades municipales los días 1 y 2 de julio fue un parteaguas. “Fue un hecho histórico. El pueblo wixárika también acudió a respaldar la defensa territorial. Firmamos una hoja de acuerdos donde todos los actores se comprometieron a proteger el ejido Margaritas contra la parcelación ilegal y las cercas que rompen el paso”, señala Guzmán.
A quienes observan desde fuera, pero comparten un compromiso ético y espiritual con la defensa del territorio, el mensaje del colectivo Sincronía Wirikuta es claro: «Wirikuta no es solo un lugar geográfico; es un estado de conciencia floreciente. Es un jardín bellísimo que requiere el arte de la regeneración. Pedimos atención y suma creativa, apoyo desde el corazón.»
Actualmente, los defensores impulsan un vivero rústico de mezquites de semilla dulce como parte de su estrategia de regeneración ecológica, y enfrentan cuatro procesos jurídicos en curso para los cuales solicitan ayuda económica. «Necesitamos apoyo para pagar asesores legales, viáticos de Margaritas a San Luis Potosí, y seguir firmes en esta lucha», concluyeron.
Contacto para sumar esfuerzos:
Facebook: Sincronía Wirikuta
Instagram: Colectivo Sincronía Wirikuta