En medio del auge que pareciera la “era del running”, existen corredores que anteceden esta moda, como Ana y Damaris, que comparten, más que el gusto por correr, la fiel convicción de que una vida saludable conlleva sacrificio y responsabilidad, y terminan convirtiéndose en un estilo de vida.
Ana Villanueva, a sus 35 años, corrió, clasificada, el Maratón de Boston. Dámaris Navia, a sus 50 años, va por sus últimos dos maratones para completar la serie Majors. Ambas concuerdan en que la corrida se ha convertido en su lugar seguro, en un espacio de crecimiento físico y espiritual que les ha permitido anclar sus proyectos en resultados tangibles.
Correr es una gran herramienta para encontrar tu paz; hoy soy mejor que hace ratito…
Con un trabajo demandante y cierres de mes que evocan facturas, números y reportes financieros, Ana ha encontrado en la corrida un lugar seguro. Contadora de profesión, divide su estancia entre San Luis Potosí y la Ciudad de México, ciudades en las que ha tenido que encontrar rutas que la lleven a cumplir sus objetivos, que ha convertido en su estilo de vida. Disfruta comer bien, cuidar su cuerpo y su mente. Evita los medicamentos: permite que su cuerpo se recupere solo, confiando en que tiene todo el potencial para mantenerse sano. Es una mujer tenaz que hace de sus corridas un compromiso.
Al cumplir 30 años, en un viaje a la playa, comenzó con la corrida; pero fue hasta la pandemia cuando encontró en ella el pretexto perfecto para realizar una actividad al aire libre. Y es que, cuando la incertidumbre es latente, se deben priorizar las actividades que permitan mantenernos presentes. Con ello se permitió incursionar en los medios maratones y, junto a sus primos, marcó la ruta para cumplir esta gran hazaña. De repente, tras una historia en Instagram, la contactó José Cabrera Gutiérrez, quien se convirtió en su entrenador, y así inició al grupo JUMA, el cual actualmente tiene corredores de todas las edades que han hecho de la corrida su pasión y de los maratones una barrera por romper, cumpliendo sus objetivos en cada meta cruzada.
El Maratón de Boston es el más antiguo que se celebra de forma continua y tiene la particularidad de que, para poder concursar por la inscripción, debes acreditar un marcaje por debajo de los límites que establece la organización. En el caso de Ana, eran 3 horas con 25 minutos; y en Chicago, otra de las justas de los famosos Majors, cruzó la meta a las 3 horas con 18 minutos, lo cual la llevó a lograr la máxima de las hazañas de los maratonistas: concluir el Maratón de Boston.
“Boston es el maratón que más quiero, por lo que representa; porque sé que me lo merezco. Es un esfuerzo que solo la persona que lo hizo sabe lo que significa”, platica Ana, sonriente, mientras nos cuenta su experiencia. En ella, además de todo, rompió su marcaje llegando a Boylston Street para cruzar la meta que marcaba apenas las 3 horas con 11 minutos; ello, resultado de su disciplina y su estilo de vida, además del acompañamiento de su novio, sus papás y sus amigos, que hicieron fuerza durante los días de entrenamiento.
Y es que, aunque veamos a una Ana sonriente y entusiasta en las fotografías de sus carreras, esa, evidentemente, no es su realidad diaria: “Hay días en los que nadie quiere, pero te limpias las lágrimas y a correr. No hay día que corra y me cuestione por qué lo hice. En tu vida pasan muchas cosas y, aun así, tienes que cumplir con el compromiso”. Y es que, si algo tienen los grandes atletas, es tenacidad y terquedad.
A sus 35 años sabe balancear su vida profesional con su amor por la corrida. Aun cuando tiene juntas a las 6:00 a. m. (y en ocasiones hasta más temprano), hacer de la corrida una prioridad la motiva a entrenar todos los días, combinándolo con descanso activo, fuerza y estiramientos. Así que, aunque prefiere correr por las mañanas, si su agenda no se lo permite encuentra el espacio para hacerlo: “El correr es una gran herramienta. Me pongo los tenis y todo cambia; encuentro el camino mientras estoy corriendo. Me gusta mi vida y lo agradezco, y termino siempre sabiendo que hoy soy mejor que hace ratito”.
Nos cuenta que, en una ocasión, en Ciudad de México, tuvo que hacer un entrenamiento de 33 kilómetros mientras se preparaba para Chicago. “Fue una ruta abrumadora, no por difícil, sino por monótona. La verdad es que disfruto más correr aquí en San Luis”. Y aunque no tiene maratón en puerta, nos asegura que no será el de San Luis: “Me encanta la ruta, en verdad, pero le falta mucha organización, un mejor kit, hidratación y patrocinadores. Es una tristeza: podría venir gente como en Guadalajara y Querétaro; los maratones son una gran fuente de derrama económica”.
Correr en grupo siempre la motiva y, aunque ya no asiste a JUMA, donde fue pionera, le gusta involucrarse con gente que concuerda más con ella y su estilo de vida. “Aplaudo la corrida desde un lugar consciente y presente. Si lo haces por moda, está súper (qué mejor que el ejercicio sea lo que está de moda), pero no debes hacer más de lo que tu cuerpo está preparado. Debes valorar tu cuerpo y darle el respeto que se merece”.
Viajar por maratones se ha convertido en un gran pretexto para conocer nuevos lugares. Procura siempre ir cinco días antes para acoplarse al lugar y su horario. Es consciente de su privilegio y lo agradece: “Cada quien debe comprar lo que necesite; todo debe ser guiado por profesionales. Si estás en paz contigo y puedes comprar lo que está de moda, pues cómpralo; pero sé consciente de que se puede correr sin todo esto también. Lo más importante está en ti”.
Ana es un ejemplo de disciplina, que hace de cada una de sus carreras una dedicatoria anónima que la alienta a llegar a la meta: “Me preparo mentalmente y me la creo, con la confianza del proceso que hay detrás; y, cuando lo haces por algo fuera de ti, dedicándolo sin tener que decirlo, todo vale la pena”.
Todos tenemos adicciones, correr es mi Prozac
Dámaris tiene 50 años y muchísimos kilómetros corridos. Le falta correr Tokio y Boston para poder colgarse la medalla conmemorativa de los World Marathon Majors, los cuales planea concluir para 2027. Tiene más que claro que la edad para nada es un límite.
Es mamá de Andrea y Josep, tanatóloga de profesión, quien a sus hijos y pacientes demuestra con el ejemplo su capacidad de resiliencia, disciplina y motivación. Es una gran oradora, y eso es también su mayor herramienta al correr, ya que, al hacerlo sin música ni distractores, se habla a sí misma, siendo su mayor aplauso en las adversidades.
Consciente de que todos tenemos alguna adicción, Dámaris ha optado por hacer de la corrida la suya: “Correr es mi Prozac. Llevo años que no tomo ni una aspirina, creo en la capacidad que tiene el cuerpo de autorregularse”. Es una forma de ver el ejercicio como una terapia, un lugar de escape, autoconocimiento y sanación.
Es parte también de JUMA, el equipo de corredores que ve en Damaris la determinación que la lleva a cumplir todas sus metas: “Si estás enfocado, conviertes tu energía en el motor de tu disciplina. No todos los días quieres entrenar, pero aun así, cuando ves los resultados sabes que es la forma de cuidarte”.
Desde hace dos años complementa su rutina con el yoga, disciplina en la cual se certificó para poder practicarla sin depender de un estudio o clases fijas. “Tienes que encontrar tus espacios, por ejemplo, si un día no puedo ir a correr con el equipo no me detengo y hago mi rutina en la caminadora”. Además, lleva una vida acorde a sus objetivos: no se desvela ni consume alcohol. “No vale la pena tomar para perder todo el proceso que llevas. Es increíble todo lo que se segrega en el cerebro al hacer ejercicio: te da toda la vitamina que necesitas para el día y la melatonina para dormir en las noches”.
Una de las satisfacciones que ha logrado gracias a este estilo de vida fue dejar de fumar, lo cual sin duda ha repercutido en su bienestar y rendimiento. “El primer maratón me lo eché fumando, hasta que un día decidí que no quería fumar más. Me fumé una cajetilla hasta asquearme y así logré dejarlo”. Es una mujer que sabe su potencial y sus debilidades, y por ello sabe sacar provecho de ambas. “Como ser humano te tienes que agarrar de algo, qué mejor que del ejercicio”.
En cualquier justa deportiva el competidor se enfrenta a sus demonios en forma de pensamientos intrusivos. Indudablemente llega un momento de cansancio en el cual vas a querer desistir, y es ahí donde muestras tu verdadera fortaleza: “Eres tú contra ti, diciéndote ‘eres súper fuerte, tú puedes’, así hasta que te la crees y sigues”.
Justo esas fueron las palabras que la ayudaron a terminar el Maratón de Londres, donde, tras un dolor en la pierna derecha, tuvo que recordarse todo el camino recorrido para llegar a ese momento, que no había forma de claudicar y que, como en otras adversidades de la vida, tocaba sacar lo mejor de sí para lograr cruzar la meta. “Claro que el tiempo importa, a todos nos importa en cuánto hacemos o no un maratón, para eso nos preparamos, pero hay retos mucho más difíciles que otros y ahí sí dices: ‘híjole, terminé aun con todo’”.
Damaris es una mujer muy espiritual, convencida de que su abuelita Margot guía su camino, como en aquella carrera en la que pidió una señal para continuar y, al levantar la mirada, vio un hotel con su nombre. Sabe que es un ejemplo para los que la rodean, pero sobre todo, que se tiene a ella y que es por ella por quien principalmente hace todo lo que hace.