Sin duda, en materia de transporte terrestre, el ferrocarril fue la innovación tecnológica más importante en el siglo XIX. Desde sus inicios fue símbolo de modernidad y progreso. Igual que en otras partes del mundo, en México fue visto como el recurso que llevaría al país a ingresar “al concierto de las naciones civilizadas”. Se tenía la seguridad de que los trenes detonarían el desarrollo económico, pues, además del traslado de personas y mercancías, habría acceso a tecnología más moderna para impulsar el desarrollo industrial. Así, el ferrocarril fue visto como el emisario del progreso. Por ese motivo, cada vez que se inauguró una vía férrea se organizaron diversos festejos.
En San Luis Potosí, esas fiestas se realizaron en tres ocasiones y duraron varios días. En ellas participaron autoridades federales, estatales y locales, así como la población. La primera ocasión fue en 1888, cuando se inauguró la primera vía férrea que tocó el territorio potosino: la línea del Ferrocarril Nacional Mexicano entre México y Nuevo Laredo, Tamaulipas. La segunda, dos años después, cuando inició operaciones el ramal del Ferrocarril Central Mexicano, que corrió desde la estación Chicalote, en Aguascalientes, hasta el puerto de Tampico y atravesó tierras potosinas. La tercera en 1902, al ponerse en marcha el ramal San Bartolo – Rioverde, del mismo Ferrocarril Central Mexicano.
En todas las ocasiones, autoridades y habitantes del estado recibieron con entusiasmo al “emisario del progreso”. Incluso, lo hicieron también antes de concluirse la construcción de las líneas. Así sucedió en Venado, cuando, el 5 de agosto de 1888, hombres, mujeres y niños vistieron su mejor ropa y recorrieron unos ocho kilómetros – en coches de tiro, volantas, carretelas, caballos, burros o a pie –, hasta el lugar donde después se instalaría la estación, para ver por primera vez una locomotora. Era el primer ferrocarril que llegaba a tierras potosinas. No hubo ceremonia formal, pues se trataba de un tren de construcción, pero, según escribió Francisco Padrón Puyou, la gente alzó las manos al cielo, lanzó vivas y manifestó su alegría de distintas formas cuando vio la máquina de vapor.
Días más tarde, el mismo tren de construcción llegó a la ciudad de San Luis Potosí. La locomotora traía al frente el escudo de armas de México enmarcado con la bandera nacional y la de Estados Unidos, pues la empresa constructora era estadounidense. En la ribera del río Santiago le dieron la bienvenida miembros e invitados de la Cámara de Comercio, quienes subieron a las plataformas del ferrocarril para dirigirse a la Alameda, donde se ubicó la estación. Una gran multitud acompañó el recorrido en carruajes, a caballo y a pie. Al llegar, la máquina de vapor saludó con un largo silbido al que respondieron las campanas de los templos, cohetes y gritos emocionados de los espectadores. Después del evento, continuaron las obras para terminar la vía.
También se festejó la conclusión de las obras de las líneas. Tanto la del Central Mexicano como la del Nacional Mexicano se construyeron simultáneamente en dos direcciones. Esta última desde Nuevo Laredo y la ciudad de México hasta San Luis Potosí. Ambos trechos se unieron en territorio potosino, en terrenos de la hacienda de Gogorrón y el evento fue celebrado por funcionarios y trabajadores de la empresa. La vía fue remachada simbólicamente por dos mujeres estadunidenses, esposas de directivos de la compañía del Nacional Mexicano y, según Primo Feliciano Velázquez, “el silbar de seis locomotoras y el hurra de más de mil trabajadores corearon el entusiasta grito: ¡Viva México!”.
Después, el 1 de noviembre de 1888, un tren del Ferrocarril Nacional Mexicano salió de la ciudad de México rumbo a la capital potosina para trasladar al presidente Porfirio Díaz y su comitiva a esta ciudad. La salva de cañones, música de varias bandas militares, el repique de campanas de los templos, así como el silbato de las máquinas de vapor que se encontraban en la estación Colonia, además de aplausos y vivas de la multitud, despidieron a los viajeros.
Salieron tres ferrocarriles. Uno especial para el presidente Díaz y otro para su comitiva hacia San Luis Potosí. El tercero, también de pasajeros, con destino a Nuevo Laredo, para luego continuar a territorio estadunidense.
El tren presidencial fue recibido con las notas del Himno Nacional en todas las estaciones a las que arribó. Además, en Toluca, Maravatío y Guanajuato, le dieron la bienvenida las autoridades de los estados de México, Michoacán y Guanajuato, respectivamente. Al llegar a La Pila, ya en territorio potosino, se sumaron a la comitiva los generales Mariano Escobedo (quien había sido gobernador el estado) y Carlos Díez Gutiérrez, entonces gobernador de San Luis Potosí.
La prensa publicó todos los pormenores del viaje. Por ejemplo, el Periódico Oficial del estadodescribió el carro donde viajaron el presidente Díaz y su esposa Carmelita Romero Rubio: “en sus extremos había una elegante alcoba aislada para el Jefe del Estado y su esposa; todas las comodidades apetecibles en un viaje se encontraban allí, inclusive una ancha cama de nogal tallado y un lujoso tocador revestido de mármoles. En el resto del carro había camarotes para nueve personas más y un coqueto salón al extremo, en cuyas mesitas se veían jarrones de porcelana con flores frescas.” El tren contó también con un carro-comedor y una cocina anexa atendida por un cocinero extranjero contratado para la ocasión, que, según el mismo periódico tenía reputación de ser el mejor que había llegado a México.
Al llegar a la capital potosina, el ferrocarril fue recibido por las autoridades estatales y municipales, una columna militar encabezada por el jefe de la 6° zona militar, general Carlos Fuero, integrada con fuerzas federales y estatales, así como auxiliares de los ranchos o rurales. Asistió también una gran multitud que se ubicó de pie a los lados de un templete donde se acomodaron los miembros de la élite local. Por cierto, dicha estructura se cayó unos minutos antes de que llegara el tren, resultando heridas varias personas.
Luego de escuchar los acordes del Himno Nacional y los discursos de los representantes de los Poderes estatales, el presidente y su comitiva fueron llevados a los lugares donde se hospedarían. Varios invitados fueron alojados por familias “acomodadas”, otros ocuparon casas vacías en el centro de la ciudad que la comisión organizadora de los festejos rentó y amuebló para ellos. Por su parte, Porfirio Díaz y su esposa fueron hospedados en casa del gobernador Carlos Díez Gutiérrez. Las columnas que sostenían el pórtico del inmueble fueron decoradas con musgo y algunas plantas trepadoras, además de figuras que simbolizaban la Ley, Justicia, Artes, Ciencia e Industria y, al centro de todo se colocó la imagen de un “ángel de la paz iluminando con su antorcha a la República.” Cabe mencionar que los hoteles de la ciudad fueron insuficientes para recibir al gran número de personas que llegaron a la capital potosina a recibir al “emisario del progreso”.
Al día siguiente, 2 de noviembre, desde el balcón del palacio de gobierno, el presidente y el gobernador presidieron un desfile de cerca de seis mil estudiantes de diferentes escuelas de la capital potosina, que llevaban banderas en las manos y fueron acompañados por bandas de música y por distintos gremios de obreros que la noche anterior habían participado también en otro desfile frente al mismo edificio. Dicha procesión había sido encabezada por miembros de las colonias extranjeras localizadas en la ciudad, montados a caballo y llevando estandartes. Los habían seguido integrantes de distintos gremios sociales: médicos, ingeniero y abogados en carruajes descubiertos. Luego habían desfilado artesanos, miembros de todas las profesiones e industria y sociedades obreras. Según el Periódico Oficial del estado, “solo de la fábrica de tabacos “La Fama” asistieron 700 mujeres”. Todos habían llevado estandartes, banderas y luces. Además, habían participado siete bandas de música: del 8° y 1° de artillería, 6° de caballería y 6° de infantería, una de la Escuela Industrial Militar, otra de Matehuala y la de Santa Cecilia.
Los gastos de los festejos fueron cubiertos tanto por las autoridades locales como por particulares. A través de donativos se reunieron 20,000 pesos y los 12,000 pesos restantes que se necesitaron fueron cubiertos por el gobierno del estado. Con esa cantidad se pagaron tanto los costos propios de la fiesta como los del alojamiento de los invitados que llegaron en los dos trenes inaugurales.
La ciudad se engalanó para recibir al “emisario del progreso”. Edificios públicos y casas particulares se adornaron con festones de flores, banderas y cortinajes. Por su parte, las calles principales se iluminaron en las noches con lámparas eléctricas en forma de globos de colores, faroles venecianos o linternas de cristal.
Para decorar plazas y edificios se utilizaron elementos naturales en abundancia. Así, el interior de palacio de gobierno se adornó con pinos, platanares, palmeras, naranjos y grandes matas. Lo mismo sucedió en el edificio del Instituto Científico y Literario (hoy edificio central de la UASLP), donde se realizó el banquete–baile oficial para inaugurar la línea de ferrocarril. Ahí, la escenografía recordó distintos paisajes naturales del territorio potosino: montañas, selvas, minas, ríos, cascadas, grutas e incluso las casas habitación típicas de la Huasteca. Para ello se trasplantaron plantas y árboles, además de trasladar rocas y diversos materiales de diferentes partes de San Luis Potosí.
De acuerdo con el Periódico Oficial de estado: “Uno de los lados del gran cuadro [salón], imita la naturaleza propia de la Huasteca Potosina, con su imponente feracidad y majestad. […] otro lado un paisaje invernal con una cascada de efecto maravilloso. Otro […] la Sierra Madre y entre las grutas asoman las fieras. Por aquí está la vegetación de los trópicos, con sus torrentes y sus riachuelos, todo cubierto de naranjos, limoneros y palmeras; por allá la fisonomía de la zona frígida con sus flores de Noche-Buena, sus altos y erguidos pinares. Se entrelazan las lianas y los robustos árboles […] platanares, palmas y soberbias matas de regulgar […] Tan espléndida decoración se hallaba iluminada en la parte alta, por grandes focos de luz eléctrica, y en las grutas y cañadas por la incandescente, bien combinada con la otra. […] Las chozas aquellas, con sus chimeneas arrojando humo, sus techos como esmaltados, los naranjos en su fruto natural, el musgo en todo su tono […]. Los saloncitos de descanso y los pasillos remedaban perfectamente las grutas, ora en invierno, con sus estalactitas y estalagmitas, o bien en primavera con su tapiz de multitud de flores y enredaderas.”
Además, al lado derecho de la entrada, en el patio del edificio, se instaló una fuente adornada con flores naturales y plantas marinas. En ella se montaron luces de color que combinaban con juegos de agua. Igualmente, las columnas que sostienen los cuatro lados del inmueble fueron adornadas con escudos con cerco rojo y clavos dorados, así como banderas y estandartes que representaron a los países amigos.
Por su parte, el gobernador Díez Gutiérrez ofreció un banquete a los invitados en su quinta ubicada en el barrio de Tequisquiapam. Además, la élite potosina ofreció un baile en honor al presidente Porfirio Díaz en La Lonja. Asistieron todos los socios, así como varios funcionarios de los tres niveles de gobierno e invitados especiales. Igualmente, el obispo de San Luis Potosí, Ignacio Montes de Oca y Obregón, organizó un banquete para Carmen Romero Rubio en el entonces palacio episcopal (hoy sede de la Dirección de Turismo Municipal), al que acudieron las damas de la comitiva que habían viajado en el ferrocarril y muchas más de la misma élite potosina.
También los festejos por la llegada del ferrocarril incluyeron eventos para la población en general. Durante los cuatro días que duraron las celebraciones fueron constantes las verbenas en las plazas públicas, los fuegos artificiales y los acordes de las bandas de música. Además, se realizaron carreras, corridas de toros, funciones de circo e, incluso, una “ascensión aerostática”.
Las respectivas juntas organizadoras de los distintos festejos indicaron en todos los programas de los eventos que, el público quedaba en libertad de realizar cuantas demostraciones de júbilo le inspirara su patriotismo ¡la llegada del ferrocarril lo ameritaba! En el imaginario colectivo, San Luis Potosí entraba de lleno a la era del progreso.