Roma se convierte esta semana en el epicentro de una nueva forma de evangelización: más de mil creadores de contenido religioso, provenientes de 46 países, se reunirán en el Vaticano para participar en un inédito Jubileo para influencers católicos, los días 28 y 29 de julio. Se trata de un evento que forma parte del Año Santo dedicado a la juventud y que reconoce el impacto creciente de las redes sociales como espacio para hablar de Dios.
La cita incluye talleres, misas, conciertos, encuentros con profesionales de la comunicación y una audiencia especial con el papa Francisco, quien ha respaldado activamente la presencia digital de la Iglesia como parte esencial de su misión en el siglo XXI. “La Iglesia entendió que los jóvenes ya no están en las parroquias, pero sí en las redes. Tenemos el mejor mensaje del mundo, pero hay que saber venderlo”, explica Paula Vega, influencer religiosa malagueña con más de 56 mil seguidores en Instagram.
De los templos al timeline
Figuras como Xiskya Valladares, conocida como la monja tuitera, o Quique Mira, influencer valenciano de 27 años que alcanzó viralidad hablando sobre castidad o identidad de género, son parte del movimiento de misioneros digitales que buscan llevar el mensaje cristiano al lenguaje cotidiano de las plataformas digitales. “Lo que antes era un ambón en la Iglesia, hoy es un video de Instagram”, dice Mira.
El auge de este fenómeno se da en un contexto adverso para el catolicismo: en España, solo el 18.8% de la población se considera católica practicante y el número de bodas religiosas ha caído casi 40% desde 2015, según datos del CIS. Aun así, la fe encuentra nuevas formas de expresión en internet.
Una Iglesia en proceso de aggiornamento
Valladares, filóloga, comunicadora y religiosa de 56 años, fue una de las 54 mujeres con voz y voto en el Sínodo de la Sinodalidad de 2023. A partir de ese proceso se elaboró el primer documento oficial sobre misión digital. Hoy forma parte de la organización del Jubileo para influencers: “Hay que conectar con la realidad. Las iglesias están vacías o con gente mayor; nos jugamos mucho”, advierte.
El Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede ha apoyado iniciativas como la presencia de influencers en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa (2024) y ha promovido el uso estratégico de redes como TikTok, Instagram y YouTube para dialogar con audiencias jóvenes.
De reels a retiros: crear comunidad en lo espiritual
La dominicana Paola Pablo, que evangeliza a través de la música, acumula más de 100 mil seguidores y ha lanzado 18 temas en plataformas como Spotify. Considera que la música es una herramienta poderosa para conectar con los jóvenes: “Va más allá de ir a misa los domingos; se genera comunidad”.
La experiencia de Carlos García Taracena, misionero digital de 33 años, refuerza esta visión. Desde su trabajo en la Archidiócesis de Madrid y en proyectos sociales como Misión Jatari, comparte en Instagram sus peregrinaciones, su compromiso con el matrimonio y actividades parroquiales. “Internet es un terreno para hacer misión, no hay fronteras”, dice.
También el sacerdote Joaquín Hernández, desde el barrio madrileño de Villaverde, ha apostado por este camino con su podcast Al Lío y misas en streaming: “Si un periódico solo hace papel está perdido. Lo mismo pasa con la Iglesia: también nos actualizamos”.
Entre evangelización y crítica institucional
Paula Vega, que estudia Teología y visibiliza cada semana en sus redes a mujeres ignoradas dentro de la Iglesia, recuerda que su camino no ha sido fácil: “Un sacerdote me dijo que dejara la teología y me pusiera a dar catequesis”. La creadora defiende una fe activa, crítica y empática. “Internet tiene un gran potencial evangelizador. Las pantallas nunca van a sustituir el contacto humano, pero ayudan a que más jóvenes se acerquen a las parroquias”.
Y si bien no todos comparten las mismas posturas —algunos evitan hablar de temas polémicos como la homosexualidad o el rol de la mujer—, todos coinciden en una cosa: la fe también se construye desde un smartphone.