Un informe internacional confirma hambruna “provocada por el hombre” en Ciudad de Gaza y áreas aledañas (con 500 mil personas afectadas) y advierte que las mismas condiciones se extenderían al sur hacia finales de septiembre si nada cambia.
Islam Umm Amar alimenta a sus tres hijos con pan y humus para desayunar y cenar (cuando hay). Vive en el casco viejo de Ciudad de Gaza y resume así la urgencia: “Hace meses que la hambruna castiga a la ciudad”. Su testimonio coincide con el informe de la ONU que declaró hambruna en la capital de la Franja y en localidades vecinas y campos de refugiados (medio millón de personas), con riesgo de expansión hacia Deir al Balah y Jan Yunis a finales de septiembre si la situación permanece igual.
El documento recuerda que la devastación, los desplazamientos masivos y la imposibilidad de producir alimentos han roto el suministro. El Programa Mundial de Alimentos estima que se requieren más de 62 mil toneladas de ayuda mensual para cubrir necesidades mínimas. En barrios como Al Rimal, familias sobreviven con sopas aguadas y guardan latas “para emergencias” mientras se preparan para nuevas evacuaciones.
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Organizaciones médicas reportan un deterioro acelerado. Médicos Sin Fronteras informó que su clínica en Ciudad de Gaza atendió desde finales de mayo 5,570 pacientes por desnutrición (los casos de desnutrición aguda pasaron de uno de cada siete a uno de cada cuatro en agosto). La Clasificación Integrada de las Fases (CIF/IPC) utiliza, ante la imposibilidad de pesar y medir, la circunferencia del brazo en menores para certificar la hambruna (criterio aplicado desde hace una década en otras crisis).
El precio de los pocos alimentos frescos disponibles es prohibitivo (tomate a 80 séqueles por kilo, según activistas locales). A la escasez se suma la inseguridad en puntos de reparto y en lanzamientos aéreos de comida (grupos armados disputan cargas), lo que inhibe a familias vulnerables a acudir por ayuda. La ONU ha documentado 1,857 muertes entre finales de mayo y mediados de agosto mientras personas intentaban conseguir alimentos (más de mil alrededor de un operador privado), por lo que advierte que esas entregas no cumplen criterios humanitarios aunque se contabilicen en el balance general.
El gobierno de Israel descalificó el informe y acusó manipulación de parámetros. Los autores defendieron la metodología y los umbrales de la CIF. Para Médicos por los Derechos Humanos–Israel, la hambruna era previsible (resultado de la destrucción del sistema sanitario, la falta de comida y el repunte de enfermedades). El pronóstico técnico es contundente: 132 mil niñas y niños menores de cinco años podrían ver su vida amenazada por desnutrición hasta junio del próximo año si no se corrige el rumbo.
Mientras tanto, madres como Islam ven desmayarse a sus pequeños por debilidad. “No hay fruta, ni carne fresca, ni dulces” (dice). La frase suena a obviedad en otras latitudes, pero en Gaza hoy es un lujo imposible.