Se siente como si nos hubiera ocurrido un desastre natural, una tragedia como los temblores de septiembre de CDMX o el huracán de Guerrero. Solo que esta vez no fue obra de la naturaleza, fue obra de la estupidez mexicana. Así ocurrió con la aprobación de la reforma al poder judicial.
Ya no vamos a hablar de las consecuencias que esto tendrá, eso lo iremos sintiendo en carne viva, de a poco y en muchas formas trágicas, pero sí vamos a enunciar la forma en la que el poder que depositamos los mexicanos en los órganos de gobierno, por sí mismo se engulle y nos arroja pruebas de qué es lo que nos espera y de que eso es lo que merecemos, por poner a quien ponemos.
La votación en el Senado fue álgida, violenta, un circo con mucha presión, ya que los ojos de los medios estaban puestos en saber quién sería el judas que traicionara al último eslabón previo a integrarnos al absolutismo. La oposición, se debe reconocer, hizo lo que tenía que hacer, se unificó y se mantuvieron a raya para al menos, en apariencia, oponerse a esta reforma. Pero por desgracia tenemos a muchos políticos, la mayoría, que tienen mucha cola que les pisen y encontraron a los eslabones débiles o más podridos, los cuales necesitaban expiación y perdón de quien se encuentra ahora en el poder. Y así, al más puro estilo de mandato de rey, se enviaron amenazas de abrir o darles continuidad a carpetas de investigación a familiares o amigos de los involucrados, luego vino la generosidad, cuantiosas cantidades de dinero fueron ofrecidas a través de todo tipo de negocios, obra pública, enroques políticos, bueno, hasta ofrecimientos de gobernaturas: tu vota a favor y te hacemos gobernador. Al papá de un Senador, en Yucatán, lo tuvieron detenido para que su hijo no se presentára la Cámara, con la total complicidad del gobierno de aquel Estado. ¡Que mal momento para ser un Senador! más de uno, ahora sí, no quería tan bonito curul.
Debemos reflexionar sobre la manera en que lo operaron y la finalidad de tan ansiada reforma. Nos demostraron el esplendor de la podredumbre y el abuso de poder que se viene, sin tolerancia a la oposición, con descarados actos de corrupción a través de medios económicos o coerción.
La reforma judicial no va únicamente de poner a un juez electo a decidir sobre el ladrón que se robó algo, eso es lo más popular pero no lo más importante, ni lo más grande, va de quitar a quien era el encargado de defender imparcialmente al ciudadano de los actos del mayor criminal conocido: nuestro propio gobierno. Porque ¿quién lo va a defender de cuando un policía lo agreda arbitrariamente?, ¿quién lo va a defender cuando en su negocio lo clausuren sin fundamentos por intereses de la competencia que supo jugar sucio?, ¿quién va a obligar al SAT a que le devuelvan su saldo a favor?, ¿quién va a obligar a un Gobernador a que no cometa el ecocidio de cientos de árboles en una remodelación de calle?, ¿quién nos va a defender del que es juez y parte? El poder judicial era el perro bravo que trataba de cuidar la casa teniendo como único ordenante la Ley y ahora ha sido envenenado. Pero no nos preocupemos, ellos mismos se encargarán de poner nuevos guardianes, unos que al primer chiflido muevan la cola de alegría y les hagan gracias de llegada, unos que no les van a ladrar porque no pueden morder la mano que los alimenta.
Un sentimiento de decepción no deja de merodear desde este suceso, aunque había fe en que se hiciera lo posible por parte de nuestros gobernantes para mejorar el sistema de justicia de nuestro país, no obstante, ha sido todo lo contrario, con las peores formas posibles y revelándonos en avanzada como la aplanadora del Estado va a pasar por encima de lo que sea y de por quién sea, con tal de conseguir sus objetivos aún y cuando esto nos lleve a todos a pagar los platos rotos.
No nos queda más que adaptarnos a la realidad, al cambio, a lo inesperado y aunque parezca muy abrupto todo este nuevo sistema debemos observar las modificaciones, entenderlas y tratar de ser protagonistas de un nuevo México en el que quisiéramos que la tolerancia sea el mejor diálogo ante la diversidad de ideas, detectar las áreas de oportunidad y aprovecharlas. Si nuestros políticos no pudieron hacerlo, solo nos queda a la sociedad hacer un sistema mejor.