jueves, enero 9, 2025
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Tras implosión, ultrarricos no rechazan viajar al fondo del mar

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El lecho marino frente a la costa de Sebastian, Florida, está salpicado con fortunas incalculables. Desde hace tres siglos, el mar ha revolcado las monedas de oro y plata de la fatídica flota del tesoro española entre las algas y bajo las pinzas de los cangrejos.

Treinta y dos kilómetros tierra adentro, en un terreno industrial sin gracia en medio de una extensión pantanosa, se encuentran embarcaciones capaces de sacar a la superficie ese tesoro hundido. Triton Submarines, fundada en el 2008, es uno de los principales fabricantes de sumergibles personales y atiende a una clientela con bolsillos profundos y aspiraciones de explorar el reino submarino.

Patrick Lahey, cofundador y director ejecutivo de la empresa, es uno de los operadores de sumergibles más experimentados del mundo. Ha pilotado un submarino hasta el punto más profundo del océano, a más de 10 mil 670 metros bajo la superficie del agua en el Pacífico Occidental. Habla de su profesión con pasión, a veces salpicando sus frases con palabras altisonantes. Hace aproximadamente un año, parecía que todo su trabajo podría detenerse bruscamente.

El 18 de junio del 2023, el Titan, un sumergible construido por OceanGate, con sede en Seattle, implosionó durante un viaje al Titanic, cobrando las vidas de los cinco pasajeros a bordo. La tragedia hizo que el mundo de los sumergibles personales pasara de ser un nicho de lujo a convertirse en una fijación nacional. Para quienes trabajan en esta industria tan unida, las pérdidas fueron personales. Lahey guardaba especial cariño por Paul-Henri Nargeolet, un pasajero del Titán y explorador de aguas profundas a quien conocía como P.H. y era considerado un querido amigo.

El pesar era suficientemente paralizante. Pero la industria también se halló sumida en una profunda crisis. En una cultura que atrae a personas que retan los límites de la aventura, la implosión hizo reflexionar incluso a algunos entusiastas de los sumergibles.

«Cuando me enteré de lo de OceanGate, envié un mensaje de texto a mi familia diciendo: ‘Olvídense de mí hasta dentro de unas semanas'», dice Craig Barnett, director de ventas de Triton.

OceanGate tenía años de ser fuente de controversia en la industria de los sumergibles. Hombres como Lahey, Nargeolet y Rob McCallum, fundador de Eyos, una empresa de expediciones de ultra alto nivel, habían suplicado al director ejecutivo de OceanGate, Stockton Rush, que formó parte del viaje al Titanic, que tuviera cuidado con el Titan. En el 2018, McCallum le escribió a Rush en un correo electrónico reportado por la BBC: «Quieres utilizar un prototipo de tecnología no clasificada en un lugar muy hostil. Por más que aprecio el espíritu emprendedor y la innovación, potencialmente estás poniendo en riesgo a una industria entera».

Después de la implosión, el cofundador Guillermo Söhnlein dijo a The Wall Street Journal que el objetivo de Rush era construir un sumergible seguro «rompiendo las reglas» que la industria había seguido durante mucho tiempo. «Internamente siempre nos llamamos ‘el SpaceX para los océanos'», indicó Söhnlein.

En julio, OceanGate anunció en su sitio web que había suspendido sus operaciones. Un representante de la empresa se negó a hacer comentarios.

Triton y su principal competidor, U-Boat Worx, con sede en los Países Bajos, de repente tuvieron que diferenciar sus sumergibles de la nave OceanGate. De lo contrario, la inmersión fatal podría paralizar toda la industria de los sumergibles personales.

Las empresas dicen que necesitaban dejar claras las diferencias clave entre los sumergibles «clasificados» (certificados como seguros y conformes al código) y «no clasificados». Tanto Triton como U-Boat Worx utilizan sociedades de clasificación marítima de terceros para garantizar que sus máquinas estén clasificadas, y Eyos utiliza sólo sumergibles para sus viajes fletados. El Titan, en cambio, no estaba clasificado y se construyó utilizando diseños y materiales experimentales, como la fibra de carbono, que eran propensos a agrietarse después de repetidas inmersiones.

Para Lahey y sus homólogos, los problemas de OceanGate no eran problemas en la industria de los sumergibles en general. Dicen que los sumergibles clasificados son considerados modos de transporte excepcionalmente seguros gracias a rigurosas pruebas de diseños y materiales.

«En ese sentido, OceanGate no hizo verse mal a la industria», indica McCallum. «Nos hizo vernos bien».

Ray Dalio, el financiero multimillonario y fundador del gigante de los fondos de cobertura Bridgewater, quedó cautivado por los sumergibles hace unos 12 años. Admirador de toda la vida de Jacques Cousteau, es propietario de un barco de investigación de 285 pies de eslora llamado OceanXplorer que alberga dos sumergibles y que él compara con un Calypso moderno, la legendaria nave de expedición de Cousteau.

«Para mí es muy emocionante», menciona Dalio. «Puedes ver todas las especies, los corales, el lecho, pero es más que eso. Es de otro mundo. El océano tiene un efecto enorme en el clima, un efecto enorme en nuestras vidas de muchas maneras: el comercio, los alimentos, y gran parte de él está inexplorado».

En los Países Bajos, el horizonte era aún más sombrío. En el 2022, U-Boat Worx había lanzado su modelo Nemo, una pequeña nave con un precio de alrededor de 650 mil dólares. Esto se consideraba modesto en una industria donde la mayoría de los propietarios de sumergibles tenían un patrimonio neto millonario en dólares -dinero suficiente para pagar el megayate necesario para botarlo. Mientras tanto, Nemo podría lanzarse desde la playa utilizando un vehículo de orugas de 60 mil dólares. El plan era colocar el modelo en un calendario de producción y llevar los sumergibles personales a un mercado más amplio. Estos nuevos propietarios serían aficionados que buscarían explorar arrecifes poco profundos, no fanáticos ultrarricos que gastarían decenas de millones de dólares para llegar al fondo de la Fosa de las Marianas.

Erik Hasselman, director comercial de U-Boat Worx, señala que aunque nadie canceló un pedido, la compañía rápidamente comenzó a notar una demanda a la baja. «Hay muchas cosas que pueden afectar un ciclo descendente, particularmente en un mercado tan pequeño, pero yo lo atribuiría directamente al Titan», afirma. Hasselman afirma que la empresa ha despedido a 40 de sus 85 empleados desde la implosión.

Barnett dice que Triton ha entregado 18 sumergibles en los últimos 15 años y cinco en los últimos tres. También dijo que justo antes de OceanGate, el constructor tenía una cartera de 15 proyectos diferentes en los que estaba trabajando, cada uno de los cuales tardaba entre uno y dos años en completarse. Uno desapareció casi de inmediato. «Estábamos construyendo un sumergible de 4 millones de dólares para el yate de una familia, y la esposa lo canceló», indica.

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