En Teuchitlán se ha abierto una boca que ha liberado el horror. Un espacio lleno de polvo, arrugado y agujereado, con dimensiones que se pueden ver y tocar. Todo esto cabe en 18 maletas y 170 mochilas, en un par de guantes de boxeo, en 154 pares de zapatos sin dueño y en montones de blusas de colores. ¿Cuántas personas se cubrieron con las decenas de cobijas encontradas en el rancho Izaguirre? ¿De quién son los 305 pantalones hallados en el centro de exterminio? ¿Qué ocurrió con sus dueños? ¿Dónde están ahora? En un país con más de 124.000 desaparecidos, ha sido un inventario el que ha reunido el terror que azota a México.
Esta semana, la Fiscalía de Jalisco actualizó el inventario de objetos encontrados en el rancho de Teuchitlán, que ya asciende a 1.308. La mayoría ha sido fotografiada y clasificada por tipo de prenda, numerada y dispuesta sobre lonas plásticas sobre el concreto. Lo que antes era un montón caótico ahora se ha convertido en un catálogo macabro. Estos objetos fueron encontrados por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco junto a hornos crematorios, restos óseos y fosas. Las buscadoras accedieron al terreno, situado a poco más de una hora de Guadalajara, la capital del estado, el 5 de marzo. Desde entonces, han recibido testimonios de sobrevivientes del lugar, quienes han hablado de reclutamiento forzado, torturas, violaciones y asesinatos perpetrados por el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
El lugar de este hallazgo convierte estos 1.308 objetos en un rastro palpable de dolor. Familias de todo el país, desde Veracruz hasta Guanajuato, desde Nayarit hasta Tamaulipas, buscan entre ellos pistas de sus desaparecidos. Muchas prendas son de hombres, como los 195 boxers, pero también hay 14 vestidos, tres faldas y tres sujetadores. Entre los objetos hallados también hay pantalones de niños. En el rancho, que se cree sirvió como base de operaciones del CJNG durante años, se encontraron 143 cobijas, 65 de ellas del mismo modelo: grises y a cuadros, con solo pequeños cambios en el color de los hilos, como si fueran compradas en lotes. También hallaron algunas toallas viejas.
Entre las 168 playeras catalogadas por la Fiscalía, Danny reconoció una que pertenecía a su hermano, Carlos Jonathan Alejandro Zúñiga, quien desapareció en Tonalá, Jalisco, en febrero de 2021. Había camisetas de todas las tallas, colores y estilos: algunas de manga larga, otras de manga corta, de equipos como los Chicago Bulls, la selección española o los Tigres de Tepic, en Nayarit. La camiseta que Danny identificó era de los Texas Rangers, de béisbol. Intentó verla en persona, pero las autoridades aún no le permitieron hacerlo. Le informaron que se realizarían pruebas de ADN para poder compararlas, pero el proceso, le dijeron, podría tardar años. La Fiscalía de Jalisco ha invitado a las familias a revisar el listado para ayudar en la identificación, aunque ha advertido que «el hallazgo de estas evidencias no implica, bajo ninguna circunstancia, la confirmación de la identidad o el estado actual de las posibles víctimas».
Verónica Reséndiz aún no se atreve a revisar el inventario de Teuchitlán. “No he visto todos los zapatos. Tengo miedo”, confiesa. “Quiero encontrar a mi hijo, pero también temo encontrarlo de esta manera y nunca más poder verlo”. Marco Antonio Ponce, su hijo, tenía 25 años cuando desapareció el 30 de mayo de 2020 en Ciudad Madero, Tamaulipas. Su cena quedó sin terminar en su casa, pero de él no quedó rastro alguno: ni los drones, ni los perros, ni las cámaras de seguridad, ni los testimonios de los vecinos sirvieron. “Nada”, resume ella. Siempre sospechó del Cartel Jalisco Nueva Generación, pues un miembro de esa organización había amenazado a su hijo cuando trabajaba en una refinería en Tamuín, San Luis Potosí. “Con los zapatos es con lo que lo puedo identificar. Pero pensar qué sigue después…”. En esos tenis azul eléctrico parece empezar y terminar todo.
La publicación de este inventario es un ejercicio sin precedentes en un país con más de 5.600 fosas clandestinas registradas. Algunas de estas fosas son de dimensiones gigantescas, como la de La Bartolina, en Tamaulipas, donde se descubrió media tonelada de huesos en 2021, y el número sigue creciendo. O la red de decenas de fosas de Colinas de Santa Fe, en Veracruz, donde se recuperaron restos de más de 300 personas. Solo en la zona metropolitana de Guadalajara, la organización Zona Docs reportó en 2019 la localización de 28 “sitios de exterminio”, lugares donde se secuestra, tortura y asesina a las víctimas. El horror ya era conocido, pero Teuchitlán ha permitido que estalle en toda su magnitud.
El hallazgo de este rancho lleno de evidencias, realizado por las buscadoras, después de que fuera cateado en septiembre de 2024 por la Guardia Nacional y la Fiscalía de Jalisco, ha logrado colocar la tragedia de las desapariciones en el centro del debate político. La presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado una serie de medidas para afrontar la crisis, como unificar los desordenados registros de identificación —empezando por los datos disponibles en las fiscalías y los servicios forenses, para permitir su cruce—, equiparar el delito de desaparición con el de secuestro y fortalecer la Comisión Nacional de Búsqueda. También anunció algunas medidas, como no esperar 72 horas para poner una denuncia, que ya estaban contempladas en la ley.