- “Aquí estamos y sí podemos”, la maternidad con discapacidad desde la fuerza
A sus 52 años, Ana Estela Martínez Bravo es madre, mujer y luchadora. Vive con discapacidad motriz a causa de la poliomielitis, pero no ha permitido que esa condición la defina ni le impida ejercer su maternidad con amor, firmeza y dignidad.
Criar a una hija siendo madre soltera ya es un reto. Hacerlo enfrentando barreras físicas y sociales, lo es aún más.
En entrevista para Ingrata Noticia, Ana Estela cuenta que su hija ha crecido siendo una niña abierta, segura y empática, valores que, asegura, ha aprendido de vivir con una madre con discapacidad.
Más allá de los obstáculos físicos, Ana Estela ha tenido que superar barreras sociales.
—¿Pudieras platicarnos y recordar cómo fue el momento en que te enteraste de que ibas a ser mamá y qué significó para ti?
—Cuando supe que iba a ser mamá, pues sí fue algo como… como que no sabía qué iba a suceder. Al mismo tiempo me dio incertidumbre, gusto, alegría, pero también me entraban dudas, como: “¿Sí voy a estar bien? ¿Va a estar bien el bebé?”. Pero en general, a mí en lo particular me dio mucha alegría. Tenía 26 años.
—¿Cómo ha sido tu experiencia al combinar la maternidad con los desafíos de movilidad que enfrentas día a día?
—Pues al principio, digamos, fue difícil, ¿verdad? Porque no podía salir con ella, por lo mismo de que o me paraba o la cargaba, ¿me entiendes?
Pero gracias a Dios, me dio una niña muy sabia, porque ella como que entendía muchas cosas desde muy pequeña, o sea, ella sabía que su mamá… pues no, como que ya entendía.
Y sí, al principio fue complicado, pero conforme pasó el tiempo, ya cuando empezó, por ejemplo, a entrar al kínder, a la escuela, ella siempre me presentaba con sus amiguitos.
Nunca le dio vergüenza saber que yo era su mamá.
Entonces, la verdad, me siento muy bendecida, porque desde chiquitita ha sido una niña muy linda, muy dócil, muy abierta con la gente. No es una niña tímida y siempre he tratado de darle esa seguridad, de que, si su mamá puede, ella también va a poder.
—¿Qué aprendizajes o qué valores crees que tu hija ha adquirido al crecer contigo y con todos estos desafíos?
—Pues, que no basta con tener una discapacidad, ¿verdad? Que, aunque no tiene una figura paterna, ella sabe que puede sobresalir.
Yo, por ejemplo, desde muy niña también carecí de mi papá, pero mi mamá siempre ha sido un ejemplo de que las mujeres podemos salir adelante como sea.
Ese es mi mayor ejemplo hacia ella: no depender de alguien para poder sobresalir, para poder salir adelante, para poder hacer cosas que, a lo mejor, en tiempos pasados, eran mal vistas…Como el trabajar y ser independiente. Pero ella sabe que nada nos detiene.
—¿Cuáles han sido los momentos más difíciles que has vivido como madre y cómo los has superado?
—Pues, el no tener un trabajo, a lo mejor. El decir: “No trabajo, no tengo qué darle, no tengo qué ofrecerle”. Pero bueno, Dios me ha ayudado mucho en ese aspecto, porque solamente dejé de trabajar casi dos años, cuando ella estaba muy chiquitita.
Ese lapso me sirvió para que ella creciera un poquito y ya después poder trabajar y darle lo poco, algo, que yo pudiera haberle dado, ¿verdad?
Los retos más difíciles, quizá, ante la sociedad, han sido esos… el hecho de estar sola como mujer, sin una figura que te respalde.
Pero creo que ahora ya no es como antes, que por estar sola no podías.
Al contrario, es la manera de enfrentarnos a la vida y decir: “Aquí estamos y sí podemos”, no importa que no tengamos la ayuda de alguien masculino.
—¿Sientes que la sociedad y las instituciones ofrecen el apoyo suficiente para madres con discapacidad, o qué cambiarías?
—Ah, mira, sí hay apoyos, pero no los hay del todo. Y te voy a decir por qué: porque muchas veces la gente cree que, porque estás así, no puedes ejercer tu derecho como mamá. Entonces, no hay un entendimiento real, como el de decir: “Sabes qué, estás en esta condición, pero puedes tener una cesárea”, por ejemplo, ¿no?
Hay mucha falta de comunicación, de información, de conocimiento. Falta decir: “A ver, no puedes de esta manera, pero sí puedes de otra”.
También, por ejemplo, en las instituciones de gobierno falta mucho. Hay carencias como, por ejemplo, la necesidad de una cama más baja o que el personal médico esté capacitado para atender a mujeres con discapacidad.
O sea, no es nada más decir: “Estás así, no puedes y ya”, y ahí se acabó.
Debe haber más empatía y disposición para aprender. En lugar de decir “no”, deberían buscar cómo dar soluciones.
—¿Qué mensaje le darías a otras mujeres con discapacidad que desean ser madres o que ya lo son?
—Pues que no digan que no, que lo piensen, que lo estudien, que se visibilicen.
Afortunadamente, hoy hay más medios, pueden informarse, estudiar antes de decidir, o si ya lo decidieron, que lo hagan, siempre y cuando tengan herramientas o conocimientos que les permitan saber si habrá consecuencias más adelante.
Yo, afortunadamente, no tuve ninguna complicación, pero creo que es importante que las mujeres sepan lo que puede pasar antes de tomar la decisión.